20.8.11

Super 8


Nada más salir del cine tuve que apuntar todas aquellas películas que me habían venido a la mente mientras veía Super 8: ET, Alien, El gigante de Hierro, Los Goonies, La niebla de Stephen King y los vídeos caseros que hacía hace ya algunos años con mi primo en casa de los abus. Y esto, aunque parezca que no, son más que excelentes noticias.

No he visto Lost (aún) pero no esperaba menos de este filme. No es una película innovadora pues trata temas por todos ya conocimos pero sí que es original la forma que tiene de contar la historia, utilizando recursos también archiconocidos pero de manera brillante. Considero que todas las historias que están contadas por niños tienen un carácter especial que las hace únicas. Ese punto de vista tan dulce y honorable; sin miedo a nada y siempre fieles a sus amigos, es algo entrañable de ver y supone un gran contrapunto, más aún en una película con un par de sustos de saltar a la butaca de al lado.

Además, uno de los puntos fuertes es el diálogo entre esta pandilla de amiguetes. Es muy, muy divertido oír los comentarios de niños de 11-12 años sobre cualquier tema y cualquier cosa del universo. Es un punto de vista mágico que, con los años, se va perdiendo y es muy amable (del verbo amar) reencontrarse con eso de vez en cuando. No quiero contar mucho más ya que con las películas de referencia uno puede hacerse, más o menos, una idea sobre de qué va todo esto pero me siento en la obligación de advertir lo siguiente: que nadie se levante de la butaca hasta que no se hayan encendido las luces (pues de hacerlo no verían una de las más mejores cosas de toda la película).

Yo ahí lo dejo caer y y sólo me queda desear que disfrutéis mucho, mucho con JJ, con Steve y con The Case...

¡Se me había olvidado decir que esta es una pequeña obra de arte que se merece un sin lugar a ninguna pero ninguna duda!

14.8.11

RocknRolla



Aunque me entretuvo, me hizo reír, disfruté de lo lindo con los diversos acentos británicos presentes, me gustó ver a Luther sin su habitual corbata y abrigo largo y entendí el amor que siente mi madre por Gerardo Mayordomo, considero mejor película, sin lugar a dudas, Snatch (♥). Eso sí, se sabe desde la primera toma que es obra del gran Guy Ritchie. Se nota en el desarrollo de la película, en los trapicheos, líos y malentendidos que se forman entre todos los personajes, las palabrotas a tutiplén y la violencia como factores claves de la historia. Los actores están perfectamente elegidos y hacen papelazos pero, en conjunto, no me acabó de volar los sesos, como dirían nuestros amigos anglosajones (¡y menos mal!). Por todo ello le otorgo un nada desdeñable . Ahora sólo hay que esperar la continuación...

13.8.11

Matilda


Uf, ¿y por dónde empiezo yo ahora? Supongo que contar en primer lugar la razón de que este batiburrillo de cosas esté aquí sería lo más lógico. El otro día llegamos a casa y ¡sorpresa! Mis allegados andaban viendo Matilda (). Sin dudarlo ni un momento («te confieso que te quiero»), me senté en el sofá a disfrutar de esta obra maestra de la literatura infantil hecha peli. Pese a que la película no sea estrictamente igual que el original, creo que Danny DeVito hizo un trabajo sublime. Jamás he visto Matilda en inglés y, a pesar de que creo firmemente que es algo que debo hacer al menos una vez en la vida, siempre he sentido que las cosas como los insultos o las barbaries lingüísticas me llegan mucho más en español que en inglés. También es lógico si tenemos en cuenta el hecho de que aquella es mi lengua materna y de que, objetivamente, es una lengua bastante más rica en lo que al mundo de los improperios y oprobios se refiere, como lo demuestran frases tales como esta: «Su padre dice de ella que es una verruga. Una ampolla, un grano, una pústula rezumante de putridez». ¡Ah, se me olvidaba! Grandísimo trabajo el de Elsa Fábregas poniendo voz a esta bestia tronchatoros. Además (y uno de los factores más importantes de contribución a la humanidad de este filme), gracias a este pequeño maestro del cine, mucha gente pudo tener la oportunidad y el privilegio de conocer a uno de los mejores escritores de todos los tiempos (y mi prefe, cocretamente).

Mi amor por Roald Dahl viene de antaño; desde que tengo casi uso de razón he adorado todos sus libros, ya sean para peques como para mayores. De hecho, entre mis libros preferidos de toda la historia se encuentran Las brujas, Relatos de lo inesperado (de cuyo relato «El hombre del Sur» hice un trabajo sobresaliente para mi asignatura de Literatura Comparada en la uni aunque mi relato favorito siempre ha sido «Placer de clérigo») y Cuentos en verso para niños perversos. En este último caso, no puedo más que quitarme el sombrero ante el trabajo de traducción que hay ahí metido... ¡Es impresionante cómo están clavadas todas y cada una de las rimas! Mi papasión no se queda aquí pues tengo en mi haber asimismo el famoso Boy, que adquirí hace un par de años en la Feria del Libro, aquí en Madrid. Gracias a este libro comprendí muchas cosas, muchas referencias en sus obras que están estrechamente relacionadas con su infancia y mi admiración y adoración creció también.

Podría hablar de cómo sus libros me han ayudado durante todos estos años a amar la literatura, cómo sus obras han marcado mi vida en varios y diversos aspectos, cómo sus relatos me hicieron querer escribir y escribir y seguir escribiendo o cómo los dibujos de su gran amigo y principal ilustrador Quentin Blake pusieron rostro y colorido a todos aquellas fantasías de mi infancia, llena de melocotones gigantes, tabletas de chocolate, brujas malvadas y niñas mágicas pero eso sería otra historia, ¿no creéis?

Ps. Ahora que lo pienso, ¿quién sino Roald Dahl habría sido capaz de hacer de Moby-Dick uno de mis libros preferidos desde el principio de los tiempos?

The Runaways


Sabía que iba de música, de dos zagalas muy rockeras que daban mucha caña y que, quizá, huían de sus hogares por algún motivo desagradable... Bueno, dos de tres tampoco está tan mal. Lo que no supe hasta que faltaban unos 10 minutos para llegar a término fue que todo estaba basado en una historia, en hechos reales. Esta revelación ocurrió, como no podía ser de otra manera, al escuchar los archiconocidísimos acordes de aquella mítica declaración de amor hacia el rock y el roll de los Arrows. Quizá sea buena idea informarse un algo más sobre las cosas antes de sumergirse (o ahogarse) en ellas, ¿no?

Como es lógico y comprensible, el impacto que el filme había causado en mi persona disminuyó por unos segundos pues, de golpe y porrazo, todo aquello no era una historia genuina y sacada de la manga sobre un grupete de chicas guerreras. Sin embargo, en los segundos que siguieron a los ya mencionados todo empezó a cobrar sentido y me di cuenta de que había sido testigo de la creación y destrucción de un fenómeno musical, de un fenómeno fan, de un fenómeno fémina de la segunda mitad de la década de los 1970 y, sobre todo, del nacimiento de una gran estrella: Joan Jett. Y sí, he de confesarlo: yo soy una de las muchas personas que ha jugado al Legends of Rock sin preocuparse de a quién pertenecía aquella voz mujeril tan característica.

Me gusta mucho la música y me gusta mucho el cine y me chiflan las películas que combinan ambos artes. Además, es interesante ver la diferencia que existe entre alguien para quien la música es su única forma de vida, en este caso Kristen Stewart haciendo de Joan Jett, y alguien para quien es una forma de escapar, en este caso Dakota Fanning, bastante crecidita desde que invadieran en planeta los extraterrestres, haciendo de Cherie Currie. La banda sonora es uno de sus puntos fuertes; es entretenida, está bien ambientada y, según he leído posteriormente, se ajusta bastante a lo que fue la realidad de aquellos años, teniendo en cuenta también que las interpretaciones no están mal del todo y que los parecidos con las mozas reales es algo asombroso. Con todo y con ello, estas chavalucas se llevan un , por hacerme mover el body y meterme en las sienes una canción asaz pegadiza... Ch-ch-ch-ch-ch-cherry bomb!

Kick-Ass


Por unas cosas y por otras quedéme sin poder ver esta peliculita (cosa que suele pasarme más a menudo de lo que me gustaría) pero así pude descubrir de otro modo y en otro contexto a Aaron Johnson, interpretando (de miedo) a John Lennon en sus años más mozos. A raíz de aquel chiquillo de ninguna parte tuve más interés en este joven superhéroe pero nunca la suficiente como para ver la película. Ahora, que desde hace unos años he vuelto a darle a la viñeta por primera vez desde que con 12 o 13 años me supiese de memorieta ya todos los Tintines, he preferido echarle primero un ojo al trabajo de Mark Millar y ya, si eso, otro a su adaptación al gran pantallazo.

Como puede (o no) suponerse, no tenía mucha idea de qué iba la cosa. Tiendo a no informarme demasiado sobre los libros que leo a priori para evitar de este modo echados a perder inecesarios al leer más de lo estrictamente permitido y necesario y estoy descubriendo que viene bastante bien. Así como en las películas siempre necesito una pequeña sinópsis para hacerme una idea del tema pero puedo confiar en mi propio instinto cinematográfico, en este mundo cómico confío en la opinión de gente más entendedora, con más experiencia y más omnibuses en sus recámaras que yo. Así es como voy escogiendo qué leer y qué no, además de las grandes obras de sobra alabadas por todos.

La cuestión es que me gustan las cosas «diferentes», tema recurrente últimamente. Kick-Ass no es el típico superhéore con el típico o no tan típico superpoder, nada más lejos de la realidad. Dave Lizewski no es más un adolescente sin madre del montón, loco por los cómics, al que le gustan Scrubs y los Goo Goo Dolls y que lleva una vida tan aburrida que decide hacerse superhéroe y se convierte en un fenómeno mediático con un vídeo colgado en YouTube pero descubre que no está solo... Es original su génesis no obstante su desarrollo y trama posteriores no se complican en demasía, la verdad sea dicha. Sin embargo, los personajes protagonistas tienen mucha chicha y ver a una niña de 10 años manejar la catana como lo hace Hit Girl es algo ciertamente interesante. Además, al ser un cómic que fue escrito entre 2008 y 2010, aquí los jóvenes y jóvenas tienen bastante más jugo que sacarle a la historieta pues está plagada de referencias a la pubertad y la vida del siglo XXI, cosa también bastante curiosa, graciosa y novedosa.

Hablando de catanas y, por ende, de violencia, tengo ganas de leer algún cómic en el que no aparezcan tripas colgando, cabezas volando y disruptores intestinales por doquier. No considero que esto sea algo exclusivo de los cómics, la violencia ha estado presente en casi todos los aspectos de nuestras vidas desde el principio de los tiempos pero es curioso que de todos los que he leído hasta la fecha no recuerdo ninguno en el que este no sea un tema más que frecuente, incluso, si me apuras, Asterix y Obelix zurraban de lo lindo. Por eso tengo ganas de echarle el guante a Blankets y descansar un poco de tanto mamporro y tanta amputación de miembros varios, aunque esto no quiere decir que me disguten ni un ápice estas cosas truculentas, ¿por quién me toman?

Ps.

9.8.11

Capitán América


Y por fin llegó la hora del resarcimiento y la venganza. Me explico: cuando estrenaron Thor estuve piando semana tras semana para que alguien me acompañase al cine a ver al rubiales y fortachón dios del trueno pero nadie oyó mis plegarias y, como es lógico, acabaron quitando el filme de las salas (excepto tres en las que sigue dando guerra pero ya en españolito). Ni recalcando que el director era el gran Gilderoy Lockhart o haciendo saber que, de hecho, las críticas habían puesto bastante bien la película conseguí convencer a nadie lo suficiente como para granjearme un amigo de butaca (aunque ya he aprendido la lección y para la próxima nos vamos yo y mi sombra y andando). Pero esta vez las tornas han cambiado...

Hace ya muchos años, siendo yo una ingenua y pequeña párvula, estaba en mi poder un muñecajo del Capitán América, de estos chiquitos de plástico al que se le podían mover un poco las extremidades. Como es de esperar, con 5 años no estaba yo leyendo mucho cómic de superhéroes pero, a pesar de todo, siempre supe el nombre de aquel tipo del traje azul y el escudo redondo. Un día mi total desconocimiento de cuál era realmente su fuerte me hizo, en un ataque de euforia infantiloide, lanzarle por los aires en un vuelo sin motor con la mala suerte de que fue a parar al tejado de las «jaulitas» que, como su nombre indica, eran unos patios pequeños con verjas donde nos sacaban cuando llovía. Aún hoy tengo la esperanza de poder recuperarlo, de que siga ahí, después de más de 15 años, esperando a ser rescatado (lo cual me recuerda un poco al tema que aquí realmente nos ocupa).

Pese a ser desde siempre uno de mis superhéores preferidos, ya fuera por nostalgia o porque me gustase mucho el traje que llevaba, la verdad es que nunca leí nada sobre él, ni siquiera eché un vistazo a su artículo en la Wiki, lo reconozco. Siempre fue como James Dean para mí: murió joven, en su mayor esplendor y así fue inmortalizado en mi mente y en mi memoria. Por todo ello, hace una semana que me senté en aquella butacón para descubrir por primera vez quién era realmente el hombre hombre detrás de la A y la sorpresa fue bastante grata, la verdad.

De primeras, no sabía que fuera un cómic ambientado en los años 1940. Tampoco sabía que Steve Rogers, en origen, no era más que pobre chavalillo, debilucho y enclenque, que lo único que quería era la oportunidad de poder ayudar a su país en la lucha contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Tampoco sabía que era elegido por su valor, su perseverancia, su esfuerzo y su compromiso para con aquello en lo que él creía de corazón para convertirse en una nueva generación de soldados que conseguirían acabar con el eje del mal en Europa. Si bien el elemento patriótico es más que obvio (y, a veces, un tanto patético), me gustó la ambientación y también la personalidad del protagonista, la cual no puedo juzgar más que por la adaptación que han hecho de ella en la película.

La el filme tiene puntos muy graciosos aunque los efectos especiales dejan un poco que desear, salvo la caracterización de Evans esmirriado. El tono de la película, en ocasiones, me recordaba a aquel de Sky Captain y el mundo del mañana y lo más espectacular de toda la película eran, sin duda, los músculos que Chris Evans había tenido que desarrollar para grabar la película, el tío bueno de Harvard, según Annie Braddock (y no le faltaba razón). Por otro lado, al estar en la inopia sobre la relación entre los Vengadores, hubo algunos detalles que se me escaparon y que, a la salida, me revelaron y entonces ya todo fue mezclándose y formando un pequeño ovillo de superhéroes de Marvel. Puedo decir que me gustó y me entretuvo pero no me entusiasmó, además de que aborrezco los doblajes en castellano de los personajes germanos, con lo que creo que voy a darle a nuestro gran héroe americano entre un y un , aunque Steve Rogers siempre, siempre tendrá un lugar especial en mi corazón.

5.8.11

Araneae


'Better Weather' by Twin Atlantic

Dakota Skye


De vez en cuando uno tiene la suerte y el privilegio de ver una película «diferente». Estamos ya tan acostumbrados a la globalización, la occidentalización y la comercialización que, muchas veces, olvidamos que hay algo más allá de las fronteras que encierran a la archiconocida farándula de Hollywood, que hay vida detrás del famoso taquillazo estival. Siguen existiendo esos filmes poco pretenciosos y amables y eso directores que ven el cine como un arte mediante el cual uno se puede expresar y contar historias y cuya meta última no es, ni en millón de años, montarse en en dólar. Dakota Skye es una de estas excepciones, una de estas pequeñas maravillas en la sombra del séptimo arte. A uno puede gustarle o no, puede amar o aborrecer el cine independiente pero lo que uno jamás podrá negar es que esos 89 minutos son algo «diferente».

La película comienza con la siguiente declaración: 'My name is Dakota Skye. I'm eighteen years old, only medium-cute, and I have a superpower' (lo cual viene a decir que la chiquilla se llama Dakota Skye, que tiene dieciocho años, que sólo es medio monilla y que tiene un superpoder). De entrada, para aquí una servidora, ese último detalle es un factor que le otorga unos cuantos puntos de más a la historia. No quiere esto decir que todas las películas en las que uno o varios personajes tengan un superpoder me gusten, ni mucho menos. Sin embargo, en este caso concreto, se trata de una chica normal y corriente con ese pequeño toque mágico y especial, es decir, no es una superheroína que va luchando contra el crimen al más puro estilo de Pétalo, Burbuja y Cactus, lo que aporta algo «diferente», no convencional o tañido, pues, en muchas ocasiones, supone más una maldición que una bendición para la protagonista que, además de genio y carácter propio, tiene que sufrir en silencio (exacto) lo que le está ocurriendo, sin poder compartirlo por miedo al rechazo, a la burla, a la incomprensión.

Por otro lado, aprecio realmente cuando una película toma otro arte como sustento, como combustible y nutriente para desarrollar su propia historia. Esta película goza de una banda sonora que no pasa desapercibida, siendo asimismo la música la afición más importante de varios de sus protagonistas, que tienen un grupete e interpretan sus propias canciones a lo largo del filme. Estos pequeños detalles son los que dotan a películas de estas características de rasgos humanos, cercanos; son historias que, pese a sus elementos ficticios o ficcionales, permiten un mejor acercamiento y una mejor transparencia a y de los personajes, a los que podemos ver compartiendo cosas más allá de un guión establecido, cosas reales.

A fin de cuentas, esta historia, merecedora de un bastante «diferente» a alguno de sus predecesores, no es más que el amor que surge entre una superheroína y su monísimo «archienemigo», Jonah, acompañado de una música expresamente elegida para la ocasión. Pero es el desarrollo de la película, lo bien que está llevado (además de tener algún que otro puntazo) y, sobretodo, la relación que surge entre los dos protagonistas y cómo esta va evolucionando paulatinamente lo que es realmente digno de ver y de compartir. ¡Ah, por poco se me olvida! Dakota Skye tiene el superpoder de saber cuando alguien está mintiendo... La cosa se pone interesante, ¿verdad?

Midnight in Paris



No puedo considerarme una fanática empedernida de las películas de Woody Allen. De sus sopotocientas películas no habré visto más de 12 o 13, siendo la primera de todas La maldición del escorpión de Jade (y mi preferida hasta la fecha). Se podría decir que me enganché al Team Allen bastante tarde y, por ende, a sus películas más modernas, aunque se vieron intercaldas con algunos clásicos como Manhattan o La rosa púrpura del Cairo (♥♥♥♥♥).
En cuanto a esta medianoche en París, me pareció bastante original la idea. Pese a que el cartel del filme de una pista bastante grande, no me imaginé ni por un segundo que todo fuera parte de varios y diversos viajes en el tiempo en la ciudad del amor. Me gustó la reflexión o moraleja que habla de aquello de que toda persona percibe el pasado como un tiempo glorioso, magnífico y espléndido pero que, en realidad, no es más que una ilusión, una quimera, una ficción. Me gustó mucho también la actuación de Owen Wilson, que estaba realmente gracioso, y Michael Sheen, que a pesar de ser un secundario, tenía un personaje muy «majete», a pesar de que no tanto la de Rachel McAdams, pero supongo que será por el personaje que no daba mucho juego.
Sin embargo, y no sé si exagero, creo que es una película para «entendidos», no se me entienda mal. Salen muchísimos personajes históricos recreados en esos viajes en el tiempo que tiene el prota al París de los años 1920 de finales de siglo y estoy casi segura de que todos aquellos que conozcan mínimamente la vida y milagros de estos escritores, pintores y artistas pudieron soltar alguna que otra carcajada más que yo. No digo que haya que conocerles al dedillo pero seguramente que los retratos que Allen hace de todos ellos son algo satíricos e irónicos, ciertos rasgos deben de estar exagerados y todas esas alusiones que se hacen a sus vidas... Lo que quiero decir es que sentí que me estaba perdiendo algo, que me dejaba algo por el camino.
Ahora, esto no tiene nada que ver con la película, ni con Woody Allen; no es un fallo suyo sino más bien mío pues al no estar muy puesta en el tema esa era un poco mi sensación: la de estar viendo algo gracioso y de lo que debía reírme pero sin saber muy bien el porqué de la hilaridad. Eso sí, ver a Adrien Brody haciendo de Dalí no tiene precio... ¡Rinocerontes! Además, y sin que tenga mucho que ver, siempre me han gustado más, por lo general, las películas en las que sale el propio Woody Allen, con alguna que otra excepción como Cassandra's Dream, por ejemplo.
Por otro lado, hubo una cosa que no dejó de inquietarme durante toda la película. La vimos en versión original, ¿de acuerdo? Pues bien, así como todos los personajes históricos de la Belle Époque hablaban en francés y no sabían ni gota de inglés (salvo Gauguin), en los 1920 casi todos los personajes que salían hablaban inglés (menos Belmonte); quizá este no era tan perfecto como el de Hemingway o el de Fitzgerald pero era inglés, al fin y al cabo. No tengo mucha idea pero no estoy yo muy segura de si Buñuel, Picasso o el susodicho Dalí llegaron a aprender inglés a lo largo de sus vidas y, sin embargo, en la película salían hablándolo, con acentos macarrónicos, eso sí. Esto no me hubiera importado si no hubieran mantenido la fidelidad en ningún caso pero no creo que quede muy bien hacerlo con unos y con otros no (y siendo españoles todos los que no, casualidades de la vida).
Tendré que investigar y documentarme para ver si este pequeño comentario negativo se sustenta o se derrumba por su propio peso. También soy consciente de que quizá pedirle a actores estadounidenses que hablen en español es demasiado pero oyes, Kathy Bates (mi ídola desde el comienzo de los tiempos) salía chapurreando francés y no quedaba nada mal pero, claro está, no todo el mundo es tan grande como ella. Hasta que descubra exactamente las habilidades lingüísticas de todos estos humanistas le otorgaré a esta pelúcula entre un y un raspados, que ya es bastante más de lo que se llevó la anterior...

1.8.11

Harry Potter and the Deathly Hallows


Lo he pensando muchas veces pero por más que lo intento no soy capaz de recordar cuántos años tenía cuando leí por vez primera el primer libro de la heptalogía del niño que sobrevivió, Harry Potter y la piedra filosofal. Recuerdo bien, no obstante, el cumpleaños de una compañera del colegio a la que le regalaron los tres primeros libros juntos, con lo que ya nos posicionaríamos en el año 2000, mi más tierna infancia, con tan sólo 10 añitos de edad. Sé también que cuando mi hermana cumplió 11 años (ya en el año 2006) me hice pasar por el mismísimo Dumbledore, escribiéndole una carta de admisión a Hogwarts, tinta verde y sello incluido (aunque el plan no funcionó y mi hermana me consideró, simplemente, una freak de tomo y lomo).

Curiosidades aparte, podríamos considerar que hará 12 o 13 años que comenzase mi amistad con este pequeño mago. Fiel a la saga papelera desde siempre, jamás vi una película antes de haberme leído el libro. De hecho, cuando la primera película vio la luz, ya estaba yo con el cuarto de los libros (en la segunda lectura, probablemente) con lo cual no hubiera sido tampoco un tema conflictivo el reprimirse con las adaptaciones puesto que llevábamos todos ya un largo trecho de ventaja. No puedo decir que los libros de J. K. Rowling salvaran mi afición a la lectura de una muerte súbita pues, aunque no de manera exagerada, solía leer y solía gustarme bastante la lectura antes de Harry Potter hubiera existido en la mente de su creadora incluso (todo gracias a un librito chiquitito llamado Bala perdida, de Manuel Rivas, y a mi mamá, que fue quien me lo recomendó; a partir de ahí, llegaron gente como Sherlock Holmes o Hércules Poirot, entro otros muchos).

Eso sí, ningún otro libro hasta la fecha ha conseguido absorberme tanto como esta saga, jamás he tenido tantas ganas de leer un libro como cuando andaba con un Harry Potter entre las manos, jamás me he quedado hasta las cinco de la mañana para terminar un libro salvo que haya sido uno de ellos. Ahora bien, podría decirse que mi amor por los libros es directamente proporcional a mi aversión por las películas. Es normal, lo sé: siempre que lees un libro y ves su adaptación te llevas un chasco, lo hemos hablado ya millones de veces. Lo que me molesta es que hagan adaptaciones «libres», es decir, que cambien el texto, se lo inventen o lo supriman; que cambien los rasgos y características propias de algunos personajes... Soy consciente de que no puede irse línea por línea calcando los originales pues entonces las películas no serían más que facsímiles. Bien, pero una cosa es adaptar y otra cosa adaptar mal.

Después de ver la cuarta película tiré la toalla y empecé a verlas sin mucho rigor, bloqueando un poco todo mi conocimiento previo e intentando disfrutar de la película como producto independiente (pero no es nada fácil). Supongo que el dividir el séptimo libro en dos películas fue la gota que colmó el vaso pues era por todos sabido que la primera de las dos sería un poquito más complicada de digerir que la segunda, a no ser que fueras buscando un documental sobre paisajes de la Gran Bretaña profunda, en cuyo caso habías ido a dar con el filme perfecto. Pero no debemos olvidar que esto, hace ya tiempo, que se convirtió en una industria y su fin es sacar beneficios, como puede esperarse aunque no compartirse.

Sin embargo y pese a todo, esta segunda parte me gustó bastante, para mi grata sorpresa. Es decir, obviando el final de la saga y el epílogo, estuvo entretenida, lo máximo que podía conseguir teniendo en cuenta que había de acabar tal y como acaba el libro: de una manera flagrantemente cobarde. Pero no vamos a enfurecernos ni a indignarnos puesto que ya no tiene remedio: así son las cosas y así nos las han vendido y hay que apechugar como mejor se pueda. Pero creo que por lo que supone, por el dejar atrás más de una década lectora y un universo mágico inigualable, innumerables recuerdos y hechizos de nombres impronunciables le otorgaré un sin que sirva de precedente. Eso sí, de lo que nunca nadie podrá quejarse es de los actores que han encarnado durante todos estos años a todos y cada uno de los personajes de Harry Potter. ¡Viva Maggie Smith!

Y ya sólo me queda recomendar a aquellos que aún no hayan tenido el privilegio de haber leído los libros y que, por algún milagro de la vida, no hayan visto las películas que lean antes los originales, porque no se van a arrepentir. Son unos libros muy buenos y no merece la pena echarlos a perder por unas no tan buenas adaptaciones, en mi más humilde opinión. Por desgracia, presumo que ha debido de ser difícil mantenerse fuera del alcance del reguero de sangre que va dejando el cine y su onda expansiva pero, de verdad, sed fuertes y coged el primer libro, que os lo preste el vecino, vuestro primo o sobrino y empezad a leer y, en unos años, lo agradeceréis.

Ps. Ahora, mi intención es releer toda la saga en inglés (una vez termine 1984 y La hoguera de las vanidades, por lo menos) pero, mientras esperamos a que esto ocurra, aquí está mi más personal y subjetivo orden (de mayor amor a menor amor) de preferencia de los siete libros publicados por la escritora británica, todos ellos descansando en mi estantería.

01. Harry Potter y el cáliz de fuego
02. Harry Potter y el misterio del príncipe
03. Harry Potter y el prisionero de Azkabán
04. Harry Potter y la Órden del Fénix
05. Harry Potter y la piedra filosofal
06. Harry Potter y la cámara secreta
07. Harry Potter y las reliquias de la muerte

Skins


Hará ya un año que pedí prestada la primera tempo de Skins para iniciarme y adentrarme en aquel mundo loco, loco de aquella mítica panda de Bristolians. Si bien la temporada número uno dejóme un muy buen sabor de boca, la segunda costóme Dios y ayuda poder acabarla y lo hice, más que nada, por ver cómo terminaba la cosa (y gracias a ello tener el gusto de conocer a MGMT) y por poder opinar con conocimiento entero de causa sobre el tema pero no porque vislumbrar todas aquellas paranoias pubescentes me supusiera ningún tipo de satisfacción deleitosa...

Después de esta agridulce experiencia, no fue de extrañar que dejase la serie un poquito de lado hasta que hace poco decidiera a darle otra oportunidad. Además, buena gente me había dado buenas críticas y, sobre todo, estaba el hecho de que era una nueva generación y todo partía de cero. Nuevos y no tan nuevos protas, nuevas historias, nuevas delirios, nuevos amores, nuevos engaños, etcétera. Y si bien no fui nunca demasiado fan de los personajes de la primera generación (pese a que Tony, Sid, Chris, Max y Jal me gustaban asaz), he de confesar que esta segunda me ha calado hondo en mi corazoncito.

Supongo que una de las razones de más peso ha sido que, a pesar de que se les fuese la pinza y fuese bastante exagerado todo, me las he podido creer mínimamente, sus vidas, aunque sigo pensando que todo adolescente al que le hayan ocurrido sucesos como los que acontecen en esta serie, ha tenido y/o sigue teniendo graves problemas. Yo no me siento muy identificada, por lo general, con las juventudes que las series de este tipo suelen retratar. Soy conscientes de que son casos extremos y, en ocasiones, bastante excepcionales pero, ¿qué tiene de divertido contar la vida de alguien al que, después de una noche de parranda, no le destrozan la casa y no acaba siendo echado a patadas de ella en bolingas asociadas?

Supongo ques lo que hay, que es lo que vende: drogas, sexo y rock & roll. Sin embargo, pese a todas estas hipérbolas y salidas de tiesto, me han gustado mucho las dos temporadas de esta segundo grupete de inglesitos. Creo que tiene unos grandes personajes y que sus historias, a pesar de todo, reflejan (o al menos lo intentan) esa frustración y esa rabia; ese desconcierto y ese desconocimiento; esas pasiones desatadas y esos amores locos de remate; esa rebelión y esa sublevación; todas esas cosas que todos, alguna vez u otra vez, hemos sentido en nuestras entrañas.

Además, no ha habido ningún personaje coral al que haya detestado tanto que haya tenido que plantearme seriamente dejar de ver la serie, lo cual considero importante, como poco. ¿Mis prefes? Podría decir que todos ellos tiene un algo especial, incluso Effy psicópata o Freddie emo o Cook encolerizado o Panda colocada pero Thomas, JJ, Emily & Katie y Naomi, sin duda, son los más mejores de todos. Puede que a muchos ya les pillen un poco tarde estas cosas de jóvenes y jóvenas pero, bueno, siempre dicen eso de que «cualquier tiempo pasado fue mejor» y nunca viene mal tener regresiones de este tipo, que te dejan un poco nostálgico y triste pero le dan un poco de perspectiva a la vida y existencia de uno, ¿no?

300


Mi sabio y respetado profesor de griego, allá por primero de Bachillerato, sacó a colación la adaptación del librejo de Frank Miller para hablar de las Termópilas, Leónidas, Jerjes y toda la pescadería. Yo fui a ver la película al cine cuando la estrenaron (aunque llegamos tarde y nos perdimos un poco el principio, llegamos cuando el lobito malo y eso). Supe que estaba basada en un cómic tiempo después y nunca me había planteado leerlo hasta que, recientemente, me recomendaron Sin City y, en el entretiempo que me hacía con él, empecé a mirar la biblio de Miller y me dije: «¿Por qué no? La película me gustó y se supone que Zack Snyder fue bastante fiel (cosa que no le dio la gana de hacer en Watchmen)» y a ello que me puse, gracias a la cortesía de mi gran amigo Boris.

Me sorprendío descubrir que los dibus eran también de Miller, los cuales no me disgustaron aunque tampoco vi que fueran una cosa sobrenatural (no como la tableta de chocolate del rey de Esparta). Dejando a un lado que me leí el cómic en una hora, más o menos, no porque yo vaya como las balas sino porque es muy cortito, una vez acabé me quedé prácticamente igual que antes de haberlo empezado. Estoy empezando a sospechar que algo que ver tiene el hecho de ver primero las películas y luego leer los librejos. Lo que el director hizo fue coger el cómic y seguirlo al pie de la letra añadiendo historias paralelas, como la de Gorgo, reina y mujer de Leónidas, personaje que en el cómic aparece una única vez y que, en la película, tiene algo más de trascendencia, cosa que yo encuentro positiva, personalmente hablando.

Además, se puede percibir mejor la atmósfera en la película pues los sentimientos y los pensamientos de los personajes están más desarrollados pese a que una de las cosas que mejor conseguidas estaban en el cómic, opino yo, era la voz en off que narra y acompaña, todo el periplo de los griegos frente a los persas, sobre todo lo que por la mente del rey se pasea, que «no es miedo sino inquietud». Por otro lado, es imposible negar que los efectos especiales de la película son espectáculares y que, como película de acción, es una pequeña obra maestra. Otra cosa es que el argumento sea flojucho, que el patriotismo exacerbado de los espartanos llegue a cansar (aunque la cosa era bastante parecida) o que Moore opine que Miller tuvo tendencias homófobas al decir que únicamente los atenienses tenían relaciones con mozuelos...

En lo que respecta a este tema, quisiera decir que no me parece crítica suficiente coger una frase fuera de contexto y juzgar por ella toda una obra. Considero la respuesta de Miller acertada al decir que, si bien tanto espartanos como atenienses participaban de estas prácticas, sí que era cierto que los de Esparta andaban todo el día haciendo chascarrillo de sus vecinos democrátas y, en mi opinión, no puede tacharse una obra de homofóbica o de cualquier otra cosa por un mero epíteto que, por otro lado, no es demasiado desatino.

Rigor histórico aparte, cualquier manifestación artística que verse sobre motivos bélicos y belicosos, ya sean en el 430 a.C. o en el siglo XX, por costumbre, no suele gozar de mi beneplácito. Sin embargo, y a pesar de haberme siempre considerado mujer ateniense, el mundo griego y sus yogures siempre han tenido un lugar especial en mi corazoncito y, desde el punto de vista estrictamente empírico y objetivo, creo que aquella batalla fue una muestra de valor y compromiso sin precedentes, además de dejar al descubierto una astucia y pericia militares bastante considerables. Y nunca existió una frase que mejor recogiera el espíritu hoplita que aquella pronunciada en boca de todas las madres de Esparta a sus hijos antes de su partida para recordarles el coraje que habitaba en sus (fornidos) pechos y su deber para con Esparta, para con Grecia: «ἢ τὰν ἢ ἐπὶ τᾶς».

Ps. ♥♥