Antes de comnezar a relatar nuestro periplo tengo que decir... ¡feliz cumpleaños, hermanita! Una vez dadas las crongratulaciones pertinentes, podemos empezar nuestra aventura musical a la bilbaina. El miércoles, macuto a la espalda y maletón en mano (y las ilusiones, aunque adormiladas, a flor de piel) salimos de casa para meternos al subterráneo e ir hasta Pacífico, donde nuestros queridos compis viajeros (Boris y Binom) nos esperaban. Tras cargar todos los bártulos en el todoterreno, pusimos rumbo al norte. Nunca había hecho un viaje largo en cochele que no fuese con mi family y tengo que reconocerlo: la experiencia me ha rechiflado. Vas charlando, miras el paisaje, pones Ben Howard, escuchas Mumford & Sons, descubres a Radiohead (ya sé, ya sé) o te desgañitas al son de Johnny Cash. Paramos para comer cocretas y echar unos cuantos Pisuergas, nos vamos adentrando en Forks y, finalmente, andamos aparcando en San Mamés.
Estirarando las patas, compramos carretes para la Lomo de Binom y nos desesperamos buscando sitio donde papear. Después de un ratazo dando vueltas, decidimos optar por el Fres&Co y disfrutar de sus diversos manjares (que, por cierto, allá arribota tienen plancha en el mismo resto y te cocinan cositas, lo cual se agradece una barbaridad). Salimos corriendo para pagar el boleto del aparcamiento, dejamos atrás a uno de nuestros camaradas y hacemos una compra bastante ridícula en el Simply (Bimbo y embutí'os varios además de un garrafón de agua que nos duró los cinco días). Nos perdemos, nos reencontramos, nos quedamos sin gasofa pero, al fin y a la postre, encontramos el archiconocido BEC y dejamos el cochecito en el aparcamiento. Cansados, cogemos nuestras pertenencias y nos vamos a hacer la tremenda cola (eso dijo ella) de los buses que subían hasta el Kobetamendi. Tras dejar pasar no pocos buseles, conseguimos apretujarnos en la parte trasera de uno de ellos y, después de subir y subir y seguir subiendo un buen ratejo, llegamos al monte. Nos dicen que la zona de acampada 1 ya está petada (¡mentira y cochina!) y nos empezamos a dar cuenta que no tan poca gente había pensado que era buena idea ir el día de antes al festi. Abarrotada de gente, la zona de acampada 2 terminó siendo nuestro humilde hogar aquellos días.
A estas alturas, eran ya las ocho de la tarde fácil (y habíamos salido a las once de la mañana) y, después de terminar de montar las dos tiendas, decidimos ir a dar una vuelta e inspeccionar. He de decir que yo me sentía un poco Russell explorando lo inexplorado en aquel paraje; el Cobetas terminó siendo nuestra mayor fuente de recursos (bien fuera aprovisionamiento, electricidad o baños que no parecían sacados de una película sobre el apocalípsis). Después de tomarnos unas raciones de rabas, choricitos a la sidra y una tortilla de patata a la que no pudimos dar por muerta aquel día, decidimos que era hora de descansar. Metidos los tres en la tienda de Fons, no faltaron las paridas y las risotadas y el siempre presente Fran con sus «come here, fucking guy» o la terrible pérdida de su llavero de Pink Floyd hasta las cuatro de la madrugada cuando Binom (muy grande ella) salió a decirle que bajase el tono y se fuera a dormirla pudiendo, por fin, pegar ojo (aunque fuesen unas horejas). Y es que los borrachos, las meadas y las drogas andaban presentes por todo el festival. No es que me haya sorprendido, supongo que me imaginaba que iba a ser así, pero me parece realmente patético gastarse ese dineral en un festival para que luego la música sea lo último que te importe y que tu único objetivo sea ponerte más moco que en tu vida; cada uno hace lo que quiere, ¿no? pero el problema de estas cosas es que los borrachos no están solos si no rodeados de gente a la que, inevitablemente, molestan. Jamás me he creído superior por ser abstemia pero, sinceramente, después de ver el espectáculo dantesco de estos días, me reafirmo y pienso que la gente no tiene cabeza alguna encima de los hombros.
Estirarando las patas, compramos carretes para la Lomo de Binom y nos desesperamos buscando sitio donde papear. Después de un ratazo dando vueltas, decidimos optar por el Fres&Co y disfrutar de sus diversos manjares (que, por cierto, allá arribota tienen plancha en el mismo resto y te cocinan cositas, lo cual se agradece una barbaridad). Salimos corriendo para pagar el boleto del aparcamiento, dejamos atrás a uno de nuestros camaradas y hacemos una compra bastante ridícula en el Simply (Bimbo y embutí'os varios además de un garrafón de agua que nos duró los cinco días). Nos perdemos, nos reencontramos, nos quedamos sin gasofa pero, al fin y a la postre, encontramos el archiconocido BEC y dejamos el cochecito en el aparcamiento. Cansados, cogemos nuestras pertenencias y nos vamos a hacer la tremenda cola (eso dijo ella) de los buses que subían hasta el Kobetamendi. Tras dejar pasar no pocos buseles, conseguimos apretujarnos en la parte trasera de uno de ellos y, después de subir y subir y seguir subiendo un buen ratejo, llegamos al monte. Nos dicen que la zona de acampada 1 ya está petada (¡mentira y cochina!) y nos empezamos a dar cuenta que no tan poca gente había pensado que era buena idea ir el día de antes al festi. Abarrotada de gente, la zona de acampada 2 terminó siendo nuestro humilde hogar aquellos días.
A estas alturas, eran ya las ocho de la tarde fácil (y habíamos salido a las once de la mañana) y, después de terminar de montar las dos tiendas, decidimos ir a dar una vuelta e inspeccionar. He de decir que yo me sentía un poco Russell explorando lo inexplorado en aquel paraje; el Cobetas terminó siendo nuestra mayor fuente de recursos (bien fuera aprovisionamiento, electricidad o baños que no parecían sacados de una película sobre el apocalípsis). Después de tomarnos unas raciones de rabas, choricitos a la sidra y una tortilla de patata a la que no pudimos dar por muerta aquel día, decidimos que era hora de descansar. Metidos los tres en la tienda de Fons, no faltaron las paridas y las risotadas y el siempre presente Fran con sus «come here, fucking guy» o la terrible pérdida de su llavero de Pink Floyd hasta las cuatro de la madrugada cuando Binom (muy grande ella) salió a decirle que bajase el tono y se fuera a dormirla pudiendo, por fin, pegar ojo (aunque fuesen unas horejas). Y es que los borrachos, las meadas y las drogas andaban presentes por todo el festival. No es que me haya sorprendido, supongo que me imaginaba que iba a ser así, pero me parece realmente patético gastarse ese dineral en un festival para que luego la música sea lo último que te importe y que tu único objetivo sea ponerte más moco que en tu vida; cada uno hace lo que quiere, ¿no? pero el problema de estas cosas es que los borrachos no están solos si no rodeados de gente a la que, inevitablemente, molestan. Jamás me he creído superior por ser abstemia pero, sinceramente, después de ver el espectáculo dantesco de estos días, me reafirmo y pienso que la gente no tiene cabeza alguna encima de los hombros.
Tras haber dormido medio mal unas no sé cuántas horas, andamos para el Cobetas a tomar algo de desayuno (el mejor Cola-Cao de mi vida, por ejemplo) y tras dubitar largo rato y pensar qué hacíamos y qué no hacíamos con respecto a nuestra higiene personal, decidimos bajar a Bilbao en busca de unas duchas públicas que andaban a una media hora de San Mamés. Toalla y neceser en mano, tiramos del Google Maps hasta que, a las 12.40, llegamos a la calle Mauricio Zabala. Resultó ser que el horario de verano no era hasta las 14.00, que era nuestra idea, sino hasta las 12.30. No obstante, el hombre majísimo (y nuestro salvador) apiadose de nosotros y nos dejó darnos una ducha en cinco minutejos que nos supo a gloria. En un intento poco avispado de volver al BEC, cogimos el metro con los garbanzos de la Juani en mente y, aunque nos pasamos una parada (en vez de Ansio nos pasamos y nos salimos en Barakaldo) pudimos encontrar el edificio monstruoso sin problema alguno y volver a subir al montecillo en los buseles. Fuimos entonces a por nuestras preciadas y preciosas pulseras (¡con susto de robo incluido!) a lo que siguió un buen papeo con huevos rotos con jamón y pimientos y unos buenos filetones de lomo con aún más huevos y patatonas. Con la panza llena y habiendo reposado un poquillo, volvimos a nuestra casa de tela para prepararnos para el primer día festivalero. Yo jamás había ido a ningún festival y si he ido a este ha sido por Ben Howard (y no, no me se cae la cara de vergoña al decir que no ha sido ni por The Cure ni por Radiohead sino más bien por mi amado Benito, Young Guns [depeción], Mumford & Sons y Sum 41).
El caso es que teníamos dudas de qué hacer o no hacer, pero una vez que entré al recinto y vi que el Escenario 3 estaba vacío, me apoyé en la valla y pensé que podría ver a Ben en primera fila, el resto se desvaneció. Así que allá nos quedamos Binom y yo (mientras Boris iba de grupo en grupo cual abejorro atareado) viendo a Belako, a los que se les fundieron los plomos tres veces y de cuyo batería tengo una baqueta, Tribes, de cuyo batería y guitarrista aquí la menda y su binomio se enamoraron y, al fin, a las 20.00 de la tarde salió el genio británico al escenario. Yo ya sabía que en los festivales no se tocan tantas canciones como en una gira propia, pero seis canciones me parecen muy poquitas, aunque si tienes en cuenta que el disco tiene 10, quizá no sean tan pocas, pero como no tocó ni 'Gracious' ni 'Everything' (ni tampoco 'Promise' ni 'Diamonds') que son dos de mis prefes pues me supo a muy poco, ciertamente. Además, el tipo borracho como una cuba que nos dio el conciertazo podría haberse ido a darle la paliza a otro (por no decir otra cosa). De todos modos, no puedo negar que aquello fue como un sueño hecho realidad. Súper majo, súper mono y un músico de los de quitarse el sombrero. Hicieron versiones aún más largas que las del disco y la banda de músicos tan geniales como él. Yo entiendo que si te traes a tu grupete te guste tocar cosas más movidas que no canciones que sólo van a la guitarra, pero hubiera sido tan bonito escucharle cantar 'Gracious'... De todos modos, cuando terminó Ben yo ya podía morirme tranquila. Además, aunque la presencia de guiris ebrios no me hiciera ninguna gracia, quizá ayude a hacerle ver que tiene sus seguidores en España y que no son pocos y que morimos por que venga de gira a esta tierra de conejos. Espremos que cumpla su palabra y vuelva a dejarse caer pronto por aquí.
Después de Ben venía Gustav y sus amigotes pero, como ya anunciaba antes, fue una decepción tremenda. El sonido era pésimo y no se le oía cantar nada de nada. Al poco rato, de hecho, nos mudamos de escenario para ver a Snow Patrol, momento en el que se nos unió el cuarto miembro del grupejo: Fons. También nos supieron a poco los irlandeses pero poder disfrutar del 'Chasing Cars's' en directo estuvo realmente bien. Y ya llegaba el tito Robert Smith pero no del todo porque se retrasaron una hora por problemas técnicos. Eso sí, el tío grande salió a amenizarnos mientras arreglaban el teclado (¡menudo detallazo!) y nos deleitó incluso con una versión acústica del 'Boys Don't Cry'. No obstante, cuando empezó el conciertazo en sí, no pudimos aguantar más de dos o tres canciones allá pegados a los altavoces porque la batería estaba que te hacía volar y retumbar. Nos salimos un poco y el tito Boris se quedó a disfrutar de uno de sus ídolos de cerca y los restantes nos subimos para la laderilla a contemplar el espectáculo en un ambiente de frío húmedo y cansancio atroz maravilosos. De hecho, al haber empezado más tarde, Bloc Party y The Cure se solaparon durante un rato. Pude escuchar 'Banquet' y 'Helicopter' en vivo y bailar al son de la voz de Kele Okereke así que fue un buen brochetazo para cerrar la primera noche. Boris se hubiera quedado 'cuchando a James Murphy y Pat Mahoney pero el hambre apremiaba (que saciamos con unas ricas cocretas y unos san'wichos de salchichón) y el cansancio acechaba así que decidimos dar la noche por zanjada o la mañana por inaugurada (irónicamente porque hasta las siete de la madrugada la Carpa Vodafone no se calló y yo a las nueve de la mañanita ya estaba con los ojos como platos gracias a la gente tan sumamente respetuosa y las incomprensibles prubeas de sonido mañaneras...).
El caso es que teníamos dudas de qué hacer o no hacer, pero una vez que entré al recinto y vi que el Escenario 3 estaba vacío, me apoyé en la valla y pensé que podría ver a Ben en primera fila, el resto se desvaneció. Así que allá nos quedamos Binom y yo (mientras Boris iba de grupo en grupo cual abejorro atareado) viendo a Belako, a los que se les fundieron los plomos tres veces y de cuyo batería tengo una baqueta, Tribes, de cuyo batería y guitarrista aquí la menda y su binomio se enamoraron y, al fin, a las 20.00 de la tarde salió el genio británico al escenario. Yo ya sabía que en los festivales no se tocan tantas canciones como en una gira propia, pero seis canciones me parecen muy poquitas, aunque si tienes en cuenta que el disco tiene 10, quizá no sean tan pocas, pero como no tocó ni 'Gracious' ni 'Everything' (ni tampoco 'Promise' ni 'Diamonds') que son dos de mis prefes pues me supo a muy poco, ciertamente. Además, el tipo borracho como una cuba que nos dio el conciertazo podría haberse ido a darle la paliza a otro (por no decir otra cosa). De todos modos, no puedo negar que aquello fue como un sueño hecho realidad. Súper majo, súper mono y un músico de los de quitarse el sombrero. Hicieron versiones aún más largas que las del disco y la banda de músicos tan geniales como él. Yo entiendo que si te traes a tu grupete te guste tocar cosas más movidas que no canciones que sólo van a la guitarra, pero hubiera sido tan bonito escucharle cantar 'Gracious'... De todos modos, cuando terminó Ben yo ya podía morirme tranquila. Además, aunque la presencia de guiris ebrios no me hiciera ninguna gracia, quizá ayude a hacerle ver que tiene sus seguidores en España y que no son pocos y que morimos por que venga de gira a esta tierra de conejos. Espremos que cumpla su palabra y vuelva a dejarse caer pronto por aquí.
Después de Ben venía Gustav y sus amigotes pero, como ya anunciaba antes, fue una decepción tremenda. El sonido era pésimo y no se le oía cantar nada de nada. Al poco rato, de hecho, nos mudamos de escenario para ver a Snow Patrol, momento en el que se nos unió el cuarto miembro del grupejo: Fons. También nos supieron a poco los irlandeses pero poder disfrutar del 'Chasing Cars's' en directo estuvo realmente bien. Y ya llegaba el tito Robert Smith pero no del todo porque se retrasaron una hora por problemas técnicos. Eso sí, el tío grande salió a amenizarnos mientras arreglaban el teclado (¡menudo detallazo!) y nos deleitó incluso con una versión acústica del 'Boys Don't Cry'. No obstante, cuando empezó el conciertazo en sí, no pudimos aguantar más de dos o tres canciones allá pegados a los altavoces porque la batería estaba que te hacía volar y retumbar. Nos salimos un poco y el tito Boris se quedó a disfrutar de uno de sus ídolos de cerca y los restantes nos subimos para la laderilla a contemplar el espectáculo en un ambiente de frío húmedo y cansancio atroz maravilosos. De hecho, al haber empezado más tarde, Bloc Party y The Cure se solaparon durante un rato. Pude escuchar 'Banquet' y 'Helicopter' en vivo y bailar al son de la voz de Kele Okereke así que fue un buen brochetazo para cerrar la primera noche. Boris se hubiera quedado 'cuchando a James Murphy y Pat Mahoney pero el hambre apremiaba (que saciamos con unas ricas cocretas y unos san'wichos de salchichón) y el cansancio acechaba así que decidimos dar la noche por zanjada o la mañana por inaugurada (irónicamente porque hasta las siete de la madrugada la Carpa Vodafone no se calló y yo a las nueve de la mañanita ya estaba con los ojos como platos gracias a la gente tan sumamente respetuosa y las incomprensibles prubeas de sonido mañaneras...).
Después de un desayuno no tan satisfactorio como el del día anterior, tocaba despertar a los bellos durmientos (que yo sigo sin explicarme cómo durmieron tanto con todo el pifostio que había por los alrededores) y bajar a por la pitanza a Bilbo Bolsón. Con cara de muertos nos encontramos con la segunda cuadrilla de apoyo: Ñ, L y M. Con el cerebro frito nos dejamos guiar hasta el archiconocido Krunch donde en silencio devoramos nuestros deliciosos bocatines. Se echaba el tiempo encima y después de una compra rápida en el Simply, la mitad del grupejo nos subimos al Kobetamendi y la otra mitad emprende su periplo en busca de hielu. Como buenas flanes de Mumford & Sons que somos decidimos quedarnos en el buen sitazo que habíamos pillado tal cual entramos y sacrificar, asín, ver a Noah & the Whale (lo sé). Hubiera sido un punto que además de enseñarnos el vídeo por las pantallotas nos hubieran puesto el audio pero aquello era demasiado bonito para ser verdad. Después un ratazo de frío y alguna que otra gotita, allá estaban «Sexy Marcus» y su banda. Aunque se dejaron el 'Sigh No More' en el camino, sonaron espectacularmente y fue muy, muy divertido. Además (aunque en esos momentos no es lo que piensas) estuvo bien que nos presentaran alguna que otra canción del futuro Babel, que sale en septiembre.
Después de saltar y gritar como locazas, era el turno de mudarse para escuchar a sus compatriotas los Kooks. El cansancio era visible y estaba latente en los cuerpos de los campingueros no tanto así en los cuerpitos de las frescas lechugas que eran las novatas. Una vez que habíamos escuchado el 'She Moves in Her Own Way', 'Shine On', 'Do You Wanna' y 'Naïve' (entre otras) tuvimos la desafortunada idea de ir a por algo de cenar... Creo que no lo pasé peor en todos los días de festival que durante aquellos 20 o 30 minutos insufribles en los que mi cara se derritió en un vano intento de que me dejaran pagar cuatro malditos kebabs. Ahora bien, nunca una cena había sabido tan sumamente deliciosa (o nunca una cena tan mala había sabido tan irónicamente bien). Lógicamente, perdimosnos el «espectáculo» de Four Tet y decidimos sentarnos cerca de la colina a escuchar a Radiohead (cuyo 'No Surprises' me empieza a gustar demasiado), pero al rato corto decidimos poner rumbo hacia la civilización, perdiéndome así a mis paisanos tricantinos los Vetusta Morla.
Fue una lástima que el 3G fuera tan sumamente mal porque al día siguiente me contaron que «Sexy Marcus» y su banda habían estado viendo a Radiohead muy al ladico de nuestro grupo de expedicionarios pero bueno, como diría Shirley Manson, "Shit happens". Después de una hora que me pareció durar un siglo, llegamos a casa de L y una cama tamaño imperial me estaba esperando, con su almohada, sus sábanas limpias y sus mantas de pelito. Creo que no tardé más de cinco minutos en quedarme fritanga y creo que no dormí menos de 12 horas y, aún así, creo también que jamás me había levantado tan cansada. Cuando me metí a la ducha me sentí como Dean Martin en Río Bravo cuando decide asearse y ponerse ropita limpia. Después de un par de fajitas y una trenza de espiga, salimos de camino a Bilbo-San Mamés-Kobetamendi (con ida de olla en el metro incluida) pero... andamos ya en el sábado, ¿no es cierto?
Después de saltar y gritar como locazas, era el turno de mudarse para escuchar a sus compatriotas los Kooks. El cansancio era visible y estaba latente en los cuerpos de los campingueros no tanto así en los cuerpitos de las frescas lechugas que eran las novatas. Una vez que habíamos escuchado el 'She Moves in Her Own Way', 'Shine On', 'Do You Wanna' y 'Naïve' (entre otras) tuvimos la desafortunada idea de ir a por algo de cenar... Creo que no lo pasé peor en todos los días de festival que durante aquellos 20 o 30 minutos insufribles en los que mi cara se derritió en un vano intento de que me dejaran pagar cuatro malditos kebabs. Ahora bien, nunca una cena había sabido tan sumamente deliciosa (o nunca una cena tan mala había sabido tan irónicamente bien). Lógicamente, perdimosnos el «espectáculo» de Four Tet y decidimos sentarnos cerca de la colina a escuchar a Radiohead (cuyo 'No Surprises' me empieza a gustar demasiado), pero al rato corto decidimos poner rumbo hacia la civilización, perdiéndome así a mis paisanos tricantinos los Vetusta Morla.
Fue una lástima que el 3G fuera tan sumamente mal porque al día siguiente me contaron que «Sexy Marcus» y su banda habían estado viendo a Radiohead muy al ladico de nuestro grupo de expedicionarios pero bueno, como diría Shirley Manson, "Shit happens". Después de una hora que me pareció durar un siglo, llegamos a casa de L y una cama tamaño imperial me estaba esperando, con su almohada, sus sábanas limpias y sus mantas de pelito. Creo que no tardé más de cinco minutos en quedarme fritanga y creo que no dormí menos de 12 horas y, aún así, creo también que jamás me había levantado tan cansada. Cuando me metí a la ducha me sentí como Dean Martin en Río Bravo cuando decide asearse y ponerse ropita limpia. Después de un par de fajitas y una trenza de espiga, salimos de camino a Bilbo-San Mamés-Kobetamendi (con ida de olla en el metro incluida) pero... andamos ya en el sábado, ¿no es cierto?
Sábado XIV de julio
Ya que era el último día y hasta entonces no habíamos tenido siquiera ocasión de dar una vuelta por el recinto, el tito Boris y yo decidimos adentrarnos por última vez en el mundo del BBK y dar una vuelta por los puestos de ropita y cosas de los grupos (donde no había nada de nada de Benito y a punto estuve de comprarme una camiseta muy cara de Sum 41), por las carpas de Ron Brugal, Vueling y ese tipo de tontadas que había por ahí con el musicote de Corizonas de fondo. Al ratejo se nos arrejuntaron Binom y Fons para ver a Eli "Paperboy" Reed (que no está nada mal) y un poco antes de que terminase volvimos al Escenario 1 por última vez para ver bien de cerca a los escoceses de The View que, aunque se hicieron un poquito largos, mereció la pena por escuchar el 'Same Jeans'. Seguidamente teníamos otra cita con otros escoceses: Glasvegas. 'Flowers & Footballs' abrió el camino a un recital de canciones y chistes sobre juegos de palabras entre el español y el sueco («vale, vale, vale, vale») que no estuvo nada mal; eso sí, tuvimos que salirnos un poquito para descansar los riñones.
Después de ver un ratejo a Keane y disfrutar de sus grandes éxitos, la locura se apoderó del Escenario 3, donde Rou Reynolds se puso a escalar las rocas que rodeaban el escenario, no siendo esto muy del agrado de los técnicos que no hacían más que darle más y más cable para que pudiera canturrear desde lo alto como una auténtica cabra montesa. Al término de este espectáculo de «electronicore» como lo llaman algunos, tocaba darse un paseo hasta el campamento base en busca de carteras perdidas, cervezas frías, manzanas verdes y conversaciones sesudas con nuestra amiga Shirley Manson de fondo. A pesar del apagón, el concierto de Garbage fue uno de los que más me gusto (aunque no le prestase el 100% de la atención que merecía, lo reconozco). A la vuelta los seguratas decidieron aguarnos un tanto la fiesta y tuvimos casi que correr para llegar al broche de oro del festival: Sum 41. Ni de pura pinche suerte hubiera pensado que sería tan sumamente fácil conseguir una primera fila en un festival pero lo cierto es que sólo hacen falta unos cuantos empujones, codazos y apretujones y listo, te has plantado delante de Deryck Whibley como quien no quiere la cosa. Volví a quedarme sin escuchar 'Pieces' pero, ciertamente, se portaron; tocaron un montón de canciones de Chuck y de Does This Look Infected? así como clasiquísimos del All Killer, No Filler. Siguen pasando los años y no me canso de escuchar los que fueron mis grupos prefes cuando tenía 15 años y que, en mi corazoncito, siguen teniendo un sitio la mar de especial. Nos lo pasamos pecho saltando y desgañitándonos y no podría haber pedido un cierre más mejor. Después de comprar papeo (que yo ya había tomado antes de Keane) marchamos exhaustos pero felices hacia la montaña, adentrándonos en lo que serían las dos últimas horas de sueño en el campingas...
Domingo 15 de julio
Después de haber metido todo en el macutor, haber enrollado el saco, haberse puesto ropita limpia y haber visto que los vecinos seguían en fase MOR (REM en inglés), decidimos ir a por nuestro último desayuno en el Cobetas (en busca, sobre todo, de enchufes). Tras haber cogido por banda a mi camarero preferido y haber degustado un Cola-Cao gourmet, decidimos volver, con los moviletes ya cargados, y despertar a nuestras queridas amigas las marmotas. Desmontadas las tiendas (para no perder esta racha de ablativos absolutos), dijimos adiós al Kobetamendi aunque no por mucho tiempo pues la cola de los autobuses no era precisamente pequeña (eso dijo ella). Habiendo dejado pasar unos cuantos buseles para San Mamés, pudimos colarnos en uno que nos bajó hasta el BEC, donde nos esperaba Ñ con un modelito nada apropiado para una jornada viajera, y entonces empezó nuestra pequeña Odisea bilbaina: el coche de Binom se había quedado sin batería.
Llamamos a un técnico de la Mutua que vino a salvarnos las posaderas y conseguimos, después de una hora y algo, salir del aparcamiento y buscar la gasolinera más cercana porque, a todo esto, el miércoles habíamos aparcado el cochele sin apenas gasofa. Un plan maestro, ¿a que sí? Minetras dejábamos que las baterías se recargasen solas, dimos vueltas estúpidas por un polígono desolado hasta que encontramos un Krunch y nos aprovisionamos bien de bocatines, beborcios y 'burguesas. Y así fue como, a eso de las 17.00, emprendimos nuestro viaje de regreso a Mandril. Muy trabucos, volvimos a repasar las joyas del festival: Radiohead, Ben Howard y Mumford & Sons. Hablando de todo un poco amenizamos el abotargamiento y embotellamiento en la carretera y ya entrada la noche nos dividimos en Avenida de América. Cuatro paradas más allá y unas cuantas escaleras mecánicas con el macuto a cuestas, estaba entrando por casa y Nano estaba dándome besitos como muestra de amor y cariño. Después de un breve resumen de los aconcecimientos de los días anteriores, mi cuerpo no pudo más y al sobre que me fui, dando por finalizada nuestra aventura musical. No ha sido perfecto (y en la página de quejas y sugerencias del BBK en Facebook encontraréis las múltiples razones) pero, sin duda, ha merecido la pena. Saludos, compañeros exploradores, y sigamos disfrutando del verano de la mejor de las maneras: con buena música de fondo. ¡Hasta la próxima (que tiene pinta de que va a ser en tierras lusas)!
Ya que era el último día y hasta entonces no habíamos tenido siquiera ocasión de dar una vuelta por el recinto, el tito Boris y yo decidimos adentrarnos por última vez en el mundo del BBK y dar una vuelta por los puestos de ropita y cosas de los grupos (donde no había nada de nada de Benito y a punto estuve de comprarme una camiseta muy cara de Sum 41), por las carpas de Ron Brugal, Vueling y ese tipo de tontadas que había por ahí con el musicote de Corizonas de fondo. Al ratejo se nos arrejuntaron Binom y Fons para ver a Eli "Paperboy" Reed (que no está nada mal) y un poco antes de que terminase volvimos al Escenario 1 por última vez para ver bien de cerca a los escoceses de The View que, aunque se hicieron un poquito largos, mereció la pena por escuchar el 'Same Jeans'. Seguidamente teníamos otra cita con otros escoceses: Glasvegas. 'Flowers & Footballs' abrió el camino a un recital de canciones y chistes sobre juegos de palabras entre el español y el sueco («vale, vale, vale, vale») que no estuvo nada mal; eso sí, tuvimos que salirnos un poquito para descansar los riñones.
Después de ver un ratejo a Keane y disfrutar de sus grandes éxitos, la locura se apoderó del Escenario 3, donde Rou Reynolds se puso a escalar las rocas que rodeaban el escenario, no siendo esto muy del agrado de los técnicos que no hacían más que darle más y más cable para que pudiera canturrear desde lo alto como una auténtica cabra montesa. Al término de este espectáculo de «electronicore» como lo llaman algunos, tocaba darse un paseo hasta el campamento base en busca de carteras perdidas, cervezas frías, manzanas verdes y conversaciones sesudas con nuestra amiga Shirley Manson de fondo. A pesar del apagón, el concierto de Garbage fue uno de los que más me gusto (aunque no le prestase el 100% de la atención que merecía, lo reconozco). A la vuelta los seguratas decidieron aguarnos un tanto la fiesta y tuvimos casi que correr para llegar al broche de oro del festival: Sum 41. Ni de pura pinche suerte hubiera pensado que sería tan sumamente fácil conseguir una primera fila en un festival pero lo cierto es que sólo hacen falta unos cuantos empujones, codazos y apretujones y listo, te has plantado delante de Deryck Whibley como quien no quiere la cosa. Volví a quedarme sin escuchar 'Pieces' pero, ciertamente, se portaron; tocaron un montón de canciones de Chuck y de Does This Look Infected? así como clasiquísimos del All Killer, No Filler. Siguen pasando los años y no me canso de escuchar los que fueron mis grupos prefes cuando tenía 15 años y que, en mi corazoncito, siguen teniendo un sitio la mar de especial. Nos lo pasamos pecho saltando y desgañitándonos y no podría haber pedido un cierre más mejor. Después de comprar papeo (que yo ya había tomado antes de Keane) marchamos exhaustos pero felices hacia la montaña, adentrándonos en lo que serían las dos últimas horas de sueño en el campingas...
Domingo 15 de julio
Después de haber metido todo en el macutor, haber enrollado el saco, haberse puesto ropita limpia y haber visto que los vecinos seguían en fase MOR (REM en inglés), decidimos ir a por nuestro último desayuno en el Cobetas (en busca, sobre todo, de enchufes). Tras haber cogido por banda a mi camarero preferido y haber degustado un Cola-Cao gourmet, decidimos volver, con los moviletes ya cargados, y despertar a nuestras queridas amigas las marmotas. Desmontadas las tiendas (para no perder esta racha de ablativos absolutos), dijimos adiós al Kobetamendi aunque no por mucho tiempo pues la cola de los autobuses no era precisamente pequeña (eso dijo ella). Habiendo dejado pasar unos cuantos buseles para San Mamés, pudimos colarnos en uno que nos bajó hasta el BEC, donde nos esperaba Ñ con un modelito nada apropiado para una jornada viajera, y entonces empezó nuestra pequeña Odisea bilbaina: el coche de Binom se había quedado sin batería.
Llamamos a un técnico de la Mutua que vino a salvarnos las posaderas y conseguimos, después de una hora y algo, salir del aparcamiento y buscar la gasolinera más cercana porque, a todo esto, el miércoles habíamos aparcado el cochele sin apenas gasofa. Un plan maestro, ¿a que sí? Minetras dejábamos que las baterías se recargasen solas, dimos vueltas estúpidas por un polígono desolado hasta que encontramos un Krunch y nos aprovisionamos bien de bocatines, beborcios y 'burguesas. Y así fue como, a eso de las 17.00, emprendimos nuestro viaje de regreso a Mandril. Muy trabucos, volvimos a repasar las joyas del festival: Radiohead, Ben Howard y Mumford & Sons. Hablando de todo un poco amenizamos el abotargamiento y embotellamiento en la carretera y ya entrada la noche nos dividimos en Avenida de América. Cuatro paradas más allá y unas cuantas escaleras mecánicas con el macuto a cuestas, estaba entrando por casa y Nano estaba dándome besitos como muestra de amor y cariño. Después de un breve resumen de los aconcecimientos de los días anteriores, mi cuerpo no pudo más y al sobre que me fui, dando por finalizada nuestra aventura musical. No ha sido perfecto (y en la página de quejas y sugerencias del BBK en Facebook encontraréis las múltiples razones) pero, sin duda, ha merecido la pena. Saludos, compañeros exploradores, y sigamos disfrutando del verano de la mejor de las maneras: con buena música de fondo. ¡Hasta la próxima (que tiene pinta de que va a ser en tierras lusas)!