1.8.11

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Mi sabio y respetado profesor de griego, allá por primero de Bachillerato, sacó a colación la adaptación del librejo de Frank Miller para hablar de las Termópilas, Leónidas, Jerjes y toda la pescadería. Yo fui a ver la película al cine cuando la estrenaron (aunque llegamos tarde y nos perdimos un poco el principio, llegamos cuando el lobito malo y eso). Supe que estaba basada en un cómic tiempo después y nunca me había planteado leerlo hasta que, recientemente, me recomendaron Sin City y, en el entretiempo que me hacía con él, empecé a mirar la biblio de Miller y me dije: «¿Por qué no? La película me gustó y se supone que Zack Snyder fue bastante fiel (cosa que no le dio la gana de hacer en Watchmen)» y a ello que me puse, gracias a la cortesía de mi gran amigo Boris.

Me sorprendío descubrir que los dibus eran también de Miller, los cuales no me disgustaron aunque tampoco vi que fueran una cosa sobrenatural (no como la tableta de chocolate del rey de Esparta). Dejando a un lado que me leí el cómic en una hora, más o menos, no porque yo vaya como las balas sino porque es muy cortito, una vez acabé me quedé prácticamente igual que antes de haberlo empezado. Estoy empezando a sospechar que algo que ver tiene el hecho de ver primero las películas y luego leer los librejos. Lo que el director hizo fue coger el cómic y seguirlo al pie de la letra añadiendo historias paralelas, como la de Gorgo, reina y mujer de Leónidas, personaje que en el cómic aparece una única vez y que, en la película, tiene algo más de trascendencia, cosa que yo encuentro positiva, personalmente hablando.

Además, se puede percibir mejor la atmósfera en la película pues los sentimientos y los pensamientos de los personajes están más desarrollados pese a que una de las cosas que mejor conseguidas estaban en el cómic, opino yo, era la voz en off que narra y acompaña, todo el periplo de los griegos frente a los persas, sobre todo lo que por la mente del rey se pasea, que «no es miedo sino inquietud». Por otro lado, es imposible negar que los efectos especiales de la película son espectáculares y que, como película de acción, es una pequeña obra maestra. Otra cosa es que el argumento sea flojucho, que el patriotismo exacerbado de los espartanos llegue a cansar (aunque la cosa era bastante parecida) o que Moore opine que Miller tuvo tendencias homófobas al decir que únicamente los atenienses tenían relaciones con mozuelos...

En lo que respecta a este tema, quisiera decir que no me parece crítica suficiente coger una frase fuera de contexto y juzgar por ella toda una obra. Considero la respuesta de Miller acertada al decir que, si bien tanto espartanos como atenienses participaban de estas prácticas, sí que era cierto que los de Esparta andaban todo el día haciendo chascarrillo de sus vecinos democrátas y, en mi opinión, no puede tacharse una obra de homofóbica o de cualquier otra cosa por un mero epíteto que, por otro lado, no es demasiado desatino.

Rigor histórico aparte, cualquier manifestación artística que verse sobre motivos bélicos y belicosos, ya sean en el 430 a.C. o en el siglo XX, por costumbre, no suele gozar de mi beneplácito. Sin embargo, y a pesar de haberme siempre considerado mujer ateniense, el mundo griego y sus yogures siempre han tenido un lugar especial en mi corazoncito y, desde el punto de vista estrictamente empírico y objetivo, creo que aquella batalla fue una muestra de valor y compromiso sin precedentes, además de dejar al descubierto una astucia y pericia militares bastante considerables. Y nunca existió una frase que mejor recogiera el espíritu hoplita que aquella pronunciada en boca de todas las madres de Esparta a sus hijos antes de su partida para recordarles el coraje que habitaba en sus (fornidos) pechos y su deber para con Esparta, para con Grecia: «ἢ τὰν ἢ ἐπὶ τᾶς».

Ps. ♥♥

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