No puedo considerarme una fanática empedernida de las películas de Woody Allen. De sus sopotocientas películas no habré visto más de 12 o 13, siendo la primera de todas La maldición del escorpión de Jade (y mi preferida hasta la fecha). Se podría decir que me enganché al Team Allen bastante tarde y, por ende, a sus películas más modernas, aunque se vieron intercaldas con algunos clásicos como Manhattan o La rosa púrpura del Cairo (♥♥♥♥♥).
En cuanto a esta medianoche en París, me pareció bastante original la idea. Pese a que el cartel del filme de una pista bastante grande, no me imaginé ni por un segundo que todo fuera parte de varios y diversos viajes en el tiempo en la ciudad del amor. Me gustó la reflexión o moraleja que habla de aquello de que toda persona percibe el pasado como un tiempo glorioso, magnífico y espléndido pero que, en realidad, no es más que una ilusión, una quimera, una ficción. Me gustó mucho también la actuación de Owen Wilson, que estaba realmente gracioso, y Michael Sheen, que a pesar de ser un secundario, tenía un personaje muy «majete», a pesar de que no tanto la de Rachel McAdams, pero supongo que será por el personaje que no daba mucho juego.
Sin embargo, y no sé si exagero, creo que es una película para «entendidos», no se me entienda mal. Salen muchísimos personajes históricos recreados en esos viajes en el tiempo que tiene el prota al París de los años 1920 de finales de siglo y estoy casi segura de que todos aquellos que conozcan mínimamente la vida y milagros de estos escritores, pintores y artistas pudieron soltar alguna que otra carcajada más que yo. No digo que haya que conocerles al dedillo pero seguramente que los retratos que Allen hace de todos ellos son algo satíricos e irónicos, ciertos rasgos deben de estar exagerados y todas esas alusiones que se hacen a sus vidas... Lo que quiero decir es que sentí que me estaba perdiendo algo, que me dejaba algo por el camino.
Ahora, esto no tiene nada que ver con la película, ni con Woody Allen; no es un fallo suyo sino más bien mío pues al no estar muy puesta en el tema esa era un poco mi sensación: la de estar viendo algo gracioso y de lo que debía reírme pero sin saber muy bien el porqué de la hilaridad. Eso sí, ver a Adrien Brody haciendo de Dalí no tiene precio... ¡Rinocerontes! Además, y sin que tenga mucho que ver, siempre me han gustado más, por lo general, las películas en las que sale el propio Woody Allen, con alguna que otra excepción como Cassandra's Dream, por ejemplo.
Por otro lado, hubo una cosa que no dejó de inquietarme durante toda la película. La vimos en versión original, ¿de acuerdo? Pues bien, así como todos los personajes históricos de la Belle Époque hablaban en francés y no sabían ni gota de inglés (salvo Gauguin), en los 1920 casi todos los personajes que salían hablaban inglés (menos Belmonte); quizá este no era tan perfecto como el de Hemingway o el de Fitzgerald pero era inglés, al fin y al cabo. No tengo mucha idea pero no estoy yo muy segura de si Buñuel, Picasso o el susodicho Dalí llegaron a aprender inglés a lo largo de sus vidas y, sin embargo, en la película salían hablándolo, con acentos macarrónicos, eso sí. Esto no me hubiera importado si no hubieran mantenido la fidelidad en ningún caso pero no creo que quede muy bien hacerlo con unos y con otros no (y siendo españoles todos los que no, casualidades de la vida).
Tendré que investigar y documentarme para ver si este pequeño comentario negativo se sustenta o se derrumba por su propio peso. También soy consciente de que quizá pedirle a actores estadounidenses que hablen en español es demasiado pero oyes, Kathy Bates (mi ídola desde el comienzo de los tiempos) salía chapurreando francés y no quedaba nada mal pero, claro está, no todo el mundo es tan grande como ella. Hasta que descubra exactamente las habilidades lingüísticas de todos estos humanistas le otorgaré a esta pelúcula entre un ♥♥♥ y un ♥♥♥♥ raspados, que ya es bastante más de lo que se llevó la anterior...
No hay comentarios:
Publicar un comentario