20.9.11

Scott Pilgrim


Creo que es necesario diferenciar entre Scott Pilgrim, el más que brillante cómic, y Scott Pilgrim, su no tan brillante adaptación. Cierto es que fue hace bastante que vi la película; y cierto es que eran las tantas de la noche; y cierto es que me moría de sueño y cierto es que no le presté mucha atención. No obstante, creo que sí la suficiente como para saber que no me estaba haciendo gracia y que no estaba consiguiendo entretenerme tanto como para evitar que me quedase fritanga en el sofá. Pero como todo (o casi todo) en esta vida se aprende a base de equivocarse, admito que hice mal: vi la película sin haberme leído el cómic. De hecho, cuando terminé de ver la película sentí cierta rabia puesto que, a pesar de haber oído buenas críticas y comentarios acerca de su desternillante hilaridad, no me había convencido un pelícano.

Y es aquí donde entra en juego Max Bemis. Max Bemis es un hombrecillo bipolar que canta un grupo tremendamente bueno y sumamente infravalorado y alarmantemente desconocido (al menos en este nuestro querido país) llamado Say Anything. Para los que esta sea la primera vez que oís hablar de SA, por favor, Spotify y YouTube son vuestros amigos... La cuestión es que Max, después de mucho tiempo pensando y queriendo hacerlo, se creó una cuenta de Twitter (esto presupongo que os sonará algo más) para hablar única y exclusivamente de cómics, su tercer gran amor, después de su esposa y la música. En ella, habla de sus cómics, escritores y géneros preferidos y contesta también a preguntillas que la gente le hace. Fue en una de esas respuestas a una fan(ática) en la que dijo que Scott Pilgrim era uno de sus preferidos y que lo solía releer a menudo, si no recuerdo mal. Tomar a Max Bemis como fuente de sabiduría cómcia es algo sensato pues el tío sabe lo que se hace y conoce miles y miles de títulos.

Fue entonces cuando empecé a indagar sobre la obra del canadiense Bryan Lee O'Malley y sobre la vida de este peculiar veinteañero y de su aún más peculiar novieta, Ramona. Es curioso cómo las opiniones cambian, igual que la energía, no se destruyen (aunque sí se crean) sino que, a veces, se transforman. Además, como bien dice una foto que anda por los Internetes, no debemos juzgar un libro por su película. Y eso me propuse hacer yo: me metí en Amazon (guiño para aquellos que conozca el librejo) y encargué los 6 volúmenes de Scott Pilgrim. A medida que iba leyendo me daba cuenta de que la película pecó de fanfarrona al creer que podría aglutinar, espachurrar y revolver todo el cómic en una sola adaptación. Tampoco es una gran obra de la literatura de la que merezca hacer una saga de seis películas ni de tres, lo sé. Sin embargo, se queda muy, muy corta. Las historias son tan breves que los personajes pierden características y atributos por el camino, se convierten en simples y meras caricaturas de algo, francamente, bien trabajado. Además, detesto que las historias secundarias siempre desaparezcan en las películas porque también aportan cosas, ayudan a entender mejor a los personajes y me parece un poco injusto para los pobres personajes secundarios.

No se pueden cercenar de esta manera las historietas y vender cosas que no son. El trabajo de Bryan Lee está plagado de detalles minúsculos que quizá, por si solos, sean insignificantes pero que forman un todo complejo y es en esas pequeñas cosas en las que radica la mayor parte de la gracia de la obra. Además, la manera de incluir al lector en el cómic es muy original y divertida y creo que el cómic supone un gran trabajo que no debería ser juzgado por la tercera parte que Hollywood decidió elegir para la gran pantalla. También sé que las adaptaciones no están para ser fieles al pie de la letra a los originales pero creo que hay determinadas obras que no debieran intentar llevarse a la pantalla porque acaban desprestigiando muchas veces las fuentes de las que beben. Sin embargo, supongo que esto no dejará de pasar y menos ahora que está tan de moda la falta de originalidad y no hacen más que salir remakes y adaptaciones de obras literarias...

Negatividad a un lado, es un cómic muy, muy divertido (de hecho, es con el que más me he reído de todos los que me leído hasta la fecha aunque también puede que sea el primero que fuera bromista) y la historia es muy original y Scott Pilgrim es la monda, sinceramente. A pesar de ser dibujos tirando a manga, es decir, sin mucho detalle y en blanco y negro, las caras que pone no tienen desperdicio. Pero sobre todo son las pequeñas notas, los pequeños letreros que, de repente, aparecen y señalan algo que es tan obvio que no puedes más que reírte de lo absurdo que es, además de los diálogos que son para partirse. Por último pero no por ello menos importante, la música forma una parte fundamental del cómic y eso siempre se agradece. No descarto releermelo de nuevo muy prontito. Por cierto, ¿alguna recomendación cómica parecida o que no tenga nada que ver con esta para ser mi próxima víctima literaria?

Ps.

19.9.11

1984


Cuando fui a apuntar 1984 en Lectura no obligatoria, nombre que recibe el documento de Word en el que apunto, desde el pasado año, los libros que leo, me di cuenta de que era el segundo de los ocho libros de 2011 que no era un cómic o una novela gráfica. ¡Qué cosas tiene la vida! Hace un par de años el único librejo cómic que poblaba mi lista era Watchmen y, a día de hoy, casi están empatados los unos con los otros. No obstante, en ningún caso considero estas malas cifras ni mucho menos. Considero los cómics forma de lectura tan válida como cualquier otra y que, quizá, a determinadas personas, podría ayudarles a adentrarse un poco en el maravilloso mundo de la literatura y de ahí pasar a los que no tienen dibus. Es curioso si lo piensas: cuando eres pequeño te gustan los libros con poca letra y mucho dibu y cuando te haces mayor acaba gustándote, bueno, exactamente lo mismo (aunque esta vez las letras tienen algo más de chicha).

Después de esta no poco breve introducción, podemos entrar en materia: George Orwell. Mi relación con este magnífico escritor británico viene de antaño, pese a que no fuesen sus palabras exactas las que conocía sino la adaptación cinematográfica de su Rebelión en la granja (Animal Farm en idioma anglosajón). Recuerdo verla de bastante pequeña: mi padre me la ponía de vez en cuando y yo me sentaba allí a ver a los cerdos gorronear y al resto de animales rebelarse contra ellos después de haber abatido a los humanos. Obviamente, por aquella época mi poder de relación e interpretación estaba aún en proceso de formación y aquel filme no pasaba de presentar a un grupo de animales de granja que hablaban y politiqueaban. Seguramente, si ahora viera la película todo adquiriría un matiz distinto y bastante más profundo. En cuanto a 1984, muchas y variadas cosas había escuchado de él y, desgraciadamente, la que más resonaba en mi cabeza antes de empezar a leer el libro era que aquella obra había dado origen al infame e inmundo pograma-basura llamado Gran Hermano (que, aprovecho para decir, es una mala traducción del origial Big Brother, cuyo signficado sería «hermano mayor», algo que tiene bastante más que ver con el sentido primario del librejo).

Es ciertamente lamentable que una obra de estas características, de esta calidad y con esta repercusión se haya visto reducida a un reality show tan sumamente lamentable. De hecho, si la gente supiera cuál es su origen real, presumo que más reacia sería a formar parte de su «historia» entrando en esa casa ingnominiosa. En cualquier caso, no se puede luchar contra la estúpidez humana ni contra el morbo tan despreciable que se anda propagando por nuestra sociedad y en en esta época en la que vivimos pero sí podemos, si queremos y usamos la cabeza, recordar a quién pertenece esta idea, quién creó esta sociedad ficticia y totalitaria en la que el poder no pertenece a Mercedes Milá y a Telecinco (¡gracias al cielo!) sino al Partido, al Ministerio del Amor y a Big Brother (que también dejan mucho que desear...).

Una historia demoledora y descorazonadora que te deja con un sentimiento de desasosiego tan profundo que no puedes más que pensar en la «suerte» que tenemos de vivir  donde, como y cuando vivimos. Orwell traza un mundo paralelo complejo con gran maestría y a pesar de que esta hipotética sociedad paralela no llegase a asemejarse en modo alguno a la que en 1984 tuvo lugar, el hecho de que esta novela fuera escrita en 1949 es algo impresionante, si tenemos en cuenta los temas que trata y, sobre todo, el modo en que se tratan. Por otro lado (y soy consciente de que este no es un privilegio al alcance de todos), el modo en el que escribe este hombre es algo fuera de lo normal y poder disfrutar y tener la suerte de leer sus palabras originales es realmente una gozada (y una pasada). Si bien es cierto que ciertos fragmentos se hacen un poco lentos y pesados y, como consecuencia, la lectura puede demorarse un pelín (y más si uno tiene entre manos asimismo Sin City y Scott Pilgrim...).

Con ello y con todo, es una gran obra de la literatura y su lectura es una experiencia que, aunque en ocasiones puede resultar asfixiante y aterradora y pueden darte ganas de pegar un grito y ponerte a tirar cosas al más puro estilo Luther, merece la pena vivir y que, ciertamente, da que pensar, lo cual es algo que se agradece en los libros: que planteen historias que planteen preguntas que planteen posibles soluciones a esas preguntas. Con esto, animo a todo aquel que no haya tenido el placer de conocer a Winston a Julia a embarcarse en este viejo barco de papel con destino a Oceanía pero cuidado... Big Brother is watching you! (es decir, que te vigila a todas horas, día y noche, escucha lo que dices, ve lo que haces y sabe lo que piensas...).

Ps. Hacía mucho que no escribía alguna entradilla (mal, mal, mal) y, Dios, ¡cómo lo echaba de menos!

Ps. Si para V fue Free para 1984 fue Vivarium, todo cortesía de mis amigos de Glasgow: Twin Atlantic.

5.9.11

Leap Year



¿Qué podría salir mal en una película con estos dos personajillos e Irlanda como fondo? Nada en absoluto. Si tenemos además en cuenta que Matthew lleva en mi Top5 desde que viera por vez primera aquellas rosas rojas y londinenses y que Amy es una de las actrices más cucas y mejores que anda viendo Hollywood estos últimos años, cualquier mínima duda queda disipada por completo. No es una obra maestra del cine, eso está bastante claro. Es una película cuyo propósito es el que es, cuya temática es la que es pero que, aún con todo, consigue ser muy especial. Quizá también entre aquí en juego mi amor y adoración por esas tierras verdes llenas de calderos de oro y enanitos de barbas pelirrojas... En cualquier caso, es una película divertida y entrañable en la que Hecky está para comérselo, fingiendo ese acento irlandés que tan poco le pega y que tan magistralmente borda.

Eso sí, un par de pegas he de ponerle, no a la película en sí sino a aquellos que se encargaron de su distribución en los países hispanohablantes. La película cobra sentido gracias a su título original, que significa «año bisiesto» y enlaza con una antigua tradición irlandesa, la gran protagonista de la película. Ahora bien, si vas y haces que la película diga algo tan poco acertado como Tenías que ser tú pues la gracia se pierde por el camino y, sobre todo, vendes el filme como otra comedia romántica facilona, intención no deseada por los creadores de la susodicha a la hora de elegirle un título en inglés. De todos modos, con este tema siempre ha habido y siempre habrá conflicto... Para más información existe un magnífico blog que si no deja las cosas claras, ¡apaga y vámonos!

La otra e irremediable pega que he de ponerle a este año bisiesto es el doblaje. No es que sea malo pero en inglés hay muchos, muchos juegos de palabras que, en el trasvase, se van al garete. Además, fue bastante curioso y revelador pues vi la peli en el AVE de vuelta a casa desde Barna y estaba doblada y también subtitulada y se podía ver, clarísimamente, lo que es una traducción hecha para que quepa en boca y otra que sea fiel a lo que el original está diciendo (o al menos que lo intenta). Fue otro pequeño pasito hacia, esperemos, un futuro próximo y cada vez más claro aunque he de reconocerlo: doblar es divertidísimo (sobre todo muñecajos de gomaespuma). Y aquí está mi valoración personal, subjetiva e influenciada: un . ¡Hasta la vista, Louis!