Mostrando entradas con la etiqueta conciertazos diversos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta conciertazos diversos. Mostrar todas las entradas

24.3.12

Simple Plan


Aún recuerdo aquel día... Corría el curso 2002-2003; como tantas otras tardes andaba yo pegada a mi ordena hablando por Messenger (¡qué tiempos!) con un chavalote repetidor de mi clase llamado Sergio. A pesar de que su compañía acabó no siendo de mi agrado, siempre le agradeceré que me abriese el camino (y las orejas) al mundo musical en que hoy día habito. Dos fueron las canciones que me mandó aquella tarde: 'Someday' de Nickelback y 'I'd Do Anything' de Simple Plan. Curioso que estos dos «géneros» se hayan convertido en dos de mis tipos de música preferidos aunque está claro cuál ganó la batalla... No Pads, No Helmets... Just Balls fue el primer disco que metí en mi primer MP3 (¡anda que no ha llovido desde entonces!) y uno de los primeros que recuerdo haber ido a comprarme. Tres años después y ya con su Still Not Getting Any... en el mercado, un 29 de junio, andaba yo botando con ellos en Las Ventas al ritmo de 'Jump', un día después de haber olido a Jimmy Eat World y visto a Green Day y estudiado a Billie Joe Junior en el Telefónica Arena (¡qué año!).

Cuatro años pasaron y Simple Plan (re)apareció y con él la debacle. Recuerdo que me lo pedí por Reyes y que me gustó tan, tan poco que estuve a punto de devolverlo... Sigue pareciéndome un disco bastante malucho, la verdad sea dicha. Los años siguieron pasando y, sin pena ni gloria, Pierre (mozalbete apuesto de la foto) y sus amigos se vieron relegados a un irremediable segundo o tercer plano mientras que otros grupos alzaban el vuelo (metafórico) en mis oídos pero el pasado año Pascual sacó un anunció para uno de esos zumos con leche que tanto asco me dan que tenía una canción de fondo que sí me gustaba y mucho. Varias veces anduve buscando qué cancioncilla era e intentando cazar alguna frase de la letra para buscarla y el 30 de junio (Last.fm me lo ha chivado) di con ella: 'Jet Lag' de Simple Plan. ¡Tenían disco nuevo! No sin miedo, entré en Spoty y me puse a escucharlo. No le di más de dos vueltas pero, en general, me gustaba el rollito y, gracias a Zeus, no se parecía demasiado al desastre de 2008. No le di mucho más bombo a la cosa hasta que, hace unos meses ya, me enteré de que venían de gira a Madrid y, sin dudarlo, me saqué una entrada en uno de estos ataques de nostalgia que nos atrapan y nos devuelven a otro tiempo, como diría aquí el amigo Don Draper intentando vender un rulo de Kodak.

Acabaron agotándose las entradas como era de esperar si tenemos en cuenta, además, que los teloneros eran We the Kings que aún no habían pisado esta tierra de conejos. A medida se acercaba el día, las ganas aumentaban. Sabía que iban a ser unas semanas duras las que viniesen después y era una de las mejores formas (mi preferida desde luego) de soltar adrenalina y pasar un buen rato (y quedarse sin voz, de paso). Además, mi colegas de aventura resultaron ser la mejor de las compañías posibles. Con un algo de morro, llegué un par de horas antes de que se abriesen las puertas. Vistalegre y yo volvíamos a encontrarnos después de nuestra quedada con Sum 41 hacía ya más de un año ya. Tengo que dejar por escrito que la organización fue excelente, como nunca antes; guardias, vallas, gente con cerebro debajo de sus crestas y flequillos... ¡Enhorabuena! Después del desastre de 30 Seconds to Mars juré que no volvería a hacer una cola (al menos allá) en mi vida pero viendo la considerable mejora me lo pensaré. Ahora, tendrían que venir Say Anything y Dashboard Confessional juntos o algo para que yo sopesara hacer una cola de horas y horas ya que, al final, acabas agotado antes siquiera de haber entrado y creo que no merece mucho la pena aunque, claro, la primera fila en uno de esos conciertos tiene que ser espectacular (¡y las fotos ni te cuento!).

No soy fan de We the Kings pero el hecho de que versionasen el 'The Middle' de Jimmy Eat World me hará venerarles ya para fin de los tiempos. Me sorprendió porque no demasiada gente coreó la letra de este himno tan épico pero yo me lo pasé teta (¡ups!) desgañitándome y brincando como un avestruz espídico*. Después de que ese tiempo interminable entre que se va el telonero y sale el cabeza de cartel hubiera pasado, (re)aparecieron los canadienses y empezó la acción. Yo sabía que mi canción iba a formar parte del repertorio sí o sí pero no sabía si iba a haber mucha canción de antaño o si, por el contrario, el setlist iba a estar poblado de nuevos éxitos y todo salió a pedir de boca. 20 canciones y más de hora y media de recital musical memorable que me dejó tres días sin voz y que me recargó las pilas (hasta ayer viernes cuando mi cuerpito dijo basta). Fueron tan majos y Pierre cantó tan bien que no me arrepiento un ápice de haber comprado mi entrada y de haber podido formar parte del regreso del grupo pionero dentro mi corta vida musical (después de los Backstreet Boys, por supuesto). ¡Larga vida al musicote canadiense!

19.12.11

Caracol


Durante algún tiempo me mostré indecisa sobre si comprarme una entrada o no (pues sabía a que a este, de nuevo, tocaba ir sola). Al final me dije que si no la pillaba me arrepentiría de no haber ido y... ¡cuánta razón hubiera tenido! El primer concierto al que fui sola fue el de FOB (porque llegué tarde y, obviamente, no encontré a la gentecilla) allá por el 2009; el segundo concierto fue el de Biffy Clyro el pasado año; y Yellowcard, Saves the Day y Young Guns (cuyo guapete vocalista, Gustav Wood, es el prota de la foto de esta entrada) son los que han hecho de este mi tercer concierto al más puro estilo Han Solo. Sin embargo, y aunque pueda parecer extraño, estos tres conciertos se encuentran dentro del Top 5, siendo el de los de Glaswgow el mejor de todos a los que he ido hasta la fecha (aunque guiris borrachos sobrevolasen mi cabeza más a menudo de lo que me hubiera gustado).

Puesto que era la primera vez en la historia que Yellowcard se dejaba caer por aquí y siendo uno de los grupos más influyentes y escuchados en mi tierna (y no tan tierna) adolescencia, pensé que no estaría nada mal pasar con ellos unas horas rememorando viejos tiempos. Conocidos como «el grupo del violín» (cuyo dueño, Sean Mackin, estuvo para comérselo durante todo el concierto), siempre tuvieron un punto especial que les hacía destacar sobre el resto de grupos del mismo palo. Por otro lado, crearon una de mis canciones preferidas de siempre: 'Believe'. Quienes sean de mi quinta, sabrán y habrán experimentado el pasar largas horas escuchando el Ocean Avenue, tirados en la cama y con la mente perdida por los bulevares californianos. Bueno, no hacía falta mucho más para saber que aquello iba a ser homérico.

Por otro lado, creo que ha sido una de las primeras veces que he estado más que de acuerdo con la elección de los grupos. Por lo general, vienen grupos de este tipo con teloneros desconocidos o que no tienen mucho que ver con ellos, lo cual puede ser positivo o negativo y, desgraciadamente, suele ocurri esto último más a menudo. Pese a que Yellowcard fuese el cabeza de cartel, Saves the Day, como bien dijo Ryan, es uno de los grupos referentes en este movimiento popunkero o como quieran denominarlo. Yo reconozco que no los he escuchado salvo en esa superpotencia llamada Two Tongues, formada (¡atención!) por Max Bemis y Coby Linder (Say Anything) y Chris Conley y David Soloway (Saves the Day). Sabía que, a pesar de no haberles escuchado, no me iban a desagradar si es que no me sorprendían gratamente sobre el escenario, que fue justamente lo que hicieron. Chris Conley es una ricura de hombrecillo, con una manera muy graciosa de tocar la guitarra, y se portaron de fábula teniendo en cuenta que la gente no les hizo mucho caso y que, encima, se les fue la luz. Fue entonces cuando Chris dijo: 'We can't play in that shit!' (refiriéndose a la oscuridad, palabra que no supo pronunciar en español después de habernos preguntado, en español, cómo se decía). 

De hecho, Ryan (cantante de Yellowcard, para los que anden perdidos con tanto nombre) salió al escenario en una canción a cantar con ellos y al final del concierto les invitaron a subir al escenario con ellos. Los pobres debían de estar deseosos de una muchedumbre enardecida y no gente con cara de pasmarote, impertérritos y con orchata corriéndoles por las venas. Yo entiendo que allí prácticamente todo el mundo había ido a ver a Yellowcard pero hay que ser inteligente y no soltar cosas ofensivas contra Saves the Day puesto que, aunque no lo sepas, tus grupos prefes han mamado de ellos hasta hartarse así que un poco de respeto y silencio cuando la gente toca, aunque no te guste. He dicho.

Por último, ¿quién puede resistirse al encanto de los británicos Young Guns? Hará dos años, en uno de mis inumerables periplos a la capital inglesa, vi un cartel gigante con la portada del All Our Kings Are Dead, donde los anunciaban como el grupo revelación del año. Me quedé con el nombre pero no le di mucha importancia a aquello. En algún que otro número de la Kerrang! aparecieron pero tampoco les di una oportunidad seria hasta hace poco, cuando me enteré de venían con este magnífico elenco musical. Fue amor a primera escucha. 'Crystal Clear' la había escuchado ya antes pero no conocía más suyo que eso. Sinceramente, pienso que es un debut tremendo y tengo muchas ganas de escuchar Bones, cuando salga en febrero, tal y como Gustav nos dijo. Además, también dijo que volverían a dejarse caer por España de nuevo el próximo año así que esta vez me adecentaré los pelos y me llevaré cámara para sacarme alguna fotillo con el guapísimo frontman de la joven armada venida de Buckinghamshire.

Una vez presentados todos los grupos y algún que otro de sus integrantes, me veo en la obligación de decir que, musicalmente hablando, fue una pasada. Jamás había estado en la Caracol y, aunque el barrio tenga alguna carencia o exceso de ciertas cosas desagradables, lo que es la sala, me pareció excelente (salvo por el corte de luz y el calor asfixiante que acabó poseyéndonos a todos y tal). El escenario está elevado con lo que puedes ver muy bien a los grupos; la sala es alargada, no muy grande, y con una acústica, sinceramente, de las mejores de las que he podido gozar jamás. También es cierto, los directos que ofrecieron hicieron mucho por este punto musical pero creo que con la Joy es una de las que más me ha gustado, la verdad. Cuando conseguí dejar mi abrigo en el roperto (para el que tuve que esperar casi 30 minutos de reloj a la salida...), Young Guns estaban con 'D.O.A.' y me apresuré a entrar a la sala aunque ni un tercio de la pista estaba ocupada. Me abrí huequito y me posicioné estrategicamente a unos metros de Gustav, al que le podía ver esos preciosos ojos azules... 

En la cola había escuchado algún que otro comentario despectivo hacia el grupo, algo así como «mierdecillas» y, desgraciadamente, poca gente allí se sabía las canciones (aunque eso en este país está a la orden del día). Sin embargo, canción a canción, se fueron ganando al público. Gustav estuvo súper majo, la verdad. Nos estuvo contando lo del nuevo disco, que era muy guay poder tocar para tanta gente (pobre, éramos cuatro gatos a esas horas aún) y nos animaba a cantar y a saltar. Esto es algo bastante sorprendente porque para lo que acostumbran aquí a hablar los grupos... Y es normal, no te vas a poner a soltar parrafada tras parrafada si piensas que no te van a entender. Yo creo que, poco a poco, esto se está atenuando y eso está bien porque siempre mola que hablen, que interactuen un poco y te cuenten aunque, claro está, la música es lo primero. En definitiva, la gente acabó animándose y Young Guns dejaron una muy buena primera impresión  como aperitivo del concierto que eran. A mí, personalmente, me hizo mucha ilusión verles en directo y estoy más que decidida a ir a verles ya no como teloneros si no como cabeza de cartel el próximo año, esta vez acompañada, preveo.

Chris Conley y sus amigos hablaron bastante menos pero salieron al paso realmente bien de los múltiples fallos técnicos que sufrieron. La gente no estaba muy convencida (he de decir que, aunque canta bien, Chris tiene una voz bastante peculiar) y ni siquiera las cabezas se movían. Lo cierto es que a mí me gustaron las canciones. Es una música desenfada y mediomarchosilla y él es muy gracioso, de verdad. De todos modos, hay que entender que era el segundo grupo ya y que la gente estaba deseosa por ver a Yellowcard. A mí me dieron un poco de pena pero me lo pasé bien y, desde luego, me hizo muchísima ilusión ver y escuchar a una de las mayores inspiraciones en la vida de Max Bemis, uno de mis ídolos, he de confesar.

Yellowcard... ¿qué puedo decir? Estuvo mejor de lo que me hubiera podido imaginar; tocaron temazo tras temazo y, hablando en plata, lo petaron. Fue muy emocionante y muy emotivo verles después de haberles estado escuchando durante ocho años. Disfrutar de clásicos como 'Ocean Avenue', 'Only One', 'Way Away', 'Breathing', 'Lights and Sounds' y futuros clásicos del disco nuevo (¡que me gusta mucho¡), como la versión acústica que se marcó Ryan del 'Sing for Me', momento merecho total de la noche. Puedo decir que me lo pasé pecho y que lo disfruté como hacía mucho tiempo. Teniendo en cuenta que hacía dos meses que no iba a un concierto y que el último (The Kooks) no había sido muy del tipo de aplastujarse, de hacer pogos, de saltar y de desgañitarse hasta que el cuerpo no dé más de sí, es lógico que lo viviera, casi, como si fuera el primero (aunque aquel mítico 28 de junio de 2005 nunca podrá borrarse de mi mente, por muchos años que pasen).

Ps. He descubierto un método infalible para que nadie se te acerque en los conciertos: llevar las melenas al viento (sin haberte echado espuma previamente). ¡Hasta la próxima cita musical, jóvenes padawanes!

Ps2. ¡Feliz cumpleaños, binomito!

28.10.11

The Kooks


Supongo que, como muchos de vosotros, la primera vez que escuché una canción de estos majetes inglesitos fue en aquel anuncio de Canal+ de las apuestas sobre qué canales existían y cuálos no. Sin embargo, juraría que fue no entonces, no hasta un tiempo después cuando comencé a escucharles. La personilla que me ha enseñado muchos de los grupejos indie que escucho hoy en día a lo largo de todos estos años es partidaria del disco nambergüan, es decir, Inside In / Inside Out, pero yo soy del namberchu, es decir, Konk. Puesto que este salió en 2008 y su hermano mayor allá por el 2006, concluyo que fue con la tierna edad de 18 o 19 años cuando me aficioné a ellos (tanto que con toda la tralla que les di y, a pesar de haber pasado ya tiempo desde la fiebre de estos cocineros, ocupan un nada desdeñable puesto número 17 en el Last.fm).

Durante meses y meses rezamos por que se dejasen caer por tierras españolas para poder disfrutar de su britpop a gusto pero nuestras plegarias no obtuvieron respuesta. No hasta este año 2011. Hace ya unos meses anunciaron que iban a venir a presentar el tercer disquete y asimismo la preventa y yo, con buen acierto, decidí comprar un par de entradas (que se agotaron, no en 20 minutos, pero en pocas semanas). ¡Hasta los topes estaba La Riviera el sábado pasado! Había muy buen ambientillo y la gente (como suele ocurrir en los conciertos en los que los menores no pueden entrar) se portó. Por cierto, este aspecto de las festividades musicales y la edad límite de entrada sería un buen tema de debate porque... ¡anda que no da de qué hablar en las vueltas a casa en los metros a las tantas de la noche! En cualquier caso, la cosa habíase retrasado y cuando llegamos a la explanada la rivera del Manzanares, a eso de las 20.15, había una fila inmensa de gente esperarando para entrar...

Obviamente no pudimos ni catar a los teloneros, que no parecían estar del todo mal por lo que pude escuchar de ellos en vídeo de YouTube. Se recogieron y los pipas empezaron a montar las cosas para dar el conciertazo (o eso imagino pues no estuve presente). Fue un concierto muy bueno desde el punto de vista musical (¡que no es poco!): tocaron muchas canciones tanto del primer álbum como del segundo, la actuación fue espectacular, Luke Pritchard ejerció de líder del grupo de lo lindo y no dejó de hacer monerías por el escenario, subiéndose a los baffles y deleitando con su maravillosa y preciosa voz (con su maravilloso y precioso e ininteligible acento británico). Además, entré pensando que la nueva dirección de su música no me acababa de calar y salí pensando que quizá me había equivocado y que tendría que darle otra oportunidad a la «basura del corazón» que acaban de crear y presentarnos en tierras madrileñas. Y con este añadimos otro más a la lista de grupos que he visto en directo, que espero siga engrosando al ritmo que ha llevado estos últimos seis años. ¡A poner  su musicote en vuestras orejillas ya!

Ps. Como diría mi gran amigo Ryan, la gente debiera hacer un examen para tener derecho a votar, a tener hijos y, aquí una servidora, añade que también para asistir a eventos públicos (como son, en este caso concreto, los conciertos).

3.4.11

Adele


Como ya dije tiempo atrás, valoro demasiado mi vida como para pasar horas y horas a la intemperie haciendo cola para luego, con todo, no ver tres en un burro. Y esa es la razón de que este pasado sábado sabadete, que teníamos una cita con la archiconocida (y, a veces, archienemiga) La Riviera, nos pusimos en camino a eso de las 19.30, sin tener mucha idea de cuál era la hora exacta de apertura de puertas. Destino final: Puerta del Ángel. Con el aforo completo y las entradas, todas y cada una de ellas, vendidas hacía tiempo, se podía oler la expectación en el ambiente. La media de edad de los asistentes superaba con creces los 25 años y un gran número de inglesitos a medio camino de la borrachera noctura habitual hablaban y gritaban sin parar ni un instante: la cosa prometía.

Unos agradables y majos teloneros empiezan a calentar motores y después de un rato de espera se apagan las luces y la histeria se apodera de la audiencia rivereña. Me esperaba un buen concierto, eso está claro, pero ciertamente no tan bueno como el maravilloso e increíble recital como el que Adele nos ofreció anoche (si bien no me hubiera importado nada que nuestra querida señorita hubiera salido una vez más al escenario haciendo el deleite de sus más acérrimos fans que estuvieron al menos 10 minutos pidiendo otra e incluso another). Un enormérrimo setlist, una gran banda de músicos pero, sobre todo... ¡qué voz! Es de esas voces que te ponen los pelos de punta y hacen que te emociones y se te salen las mejillas. Además, cabe poner de manifiesto aquí y ahora su personalidad.

Pienso que muchos de estos frontman de algunos grupos de rock tendrían quizá un par de cosas que aprender de esta joven de North London. No creo que sea del todo necesario hacer que 15.000 personas coreen un 'whoa' durante 10 minutos para metértelas en el bolsillo. De lo más campechana, con su tacita de (suponemos que) té o, a lo sumo, agua, nos habló de su madre y de su mejor amiga (presentes en la sala) y nos pidió un fuerte «¡Hola!» para ellas; de su perrito Louis Armstrong (su acompañante en la foteja de arribota) nos contó que estaba un tanto Rockefeller después de haber comido un algo de pollo; relató la experiencia vital de su gran cogorza en Barna a base de sangría y más sangría y pronunció un gracioso 'I don't fucking understand ya' que hizo que toda la sala rompiera a carcajadas, todo ello con un adorable acento British que, en ocasiones he de admitir, era un tanto ininteligible.

En definitiva, uno de esos conciertos que no se olvidan fácilmente, que te hacen pasarte la semana siguiente escuchando las canciones que te hicieron vibrar, saltar (bueno, tampoco tanto) y desgañitarte (aunque en este caso no demasiado pues era casi un crimen dar grititos cuando una voz como la suya estaba en las orejas de todos nosotros). Sólo puedo decir que me siento muy feliz de haber podido formar parte de esa pequeña reunión musical de amigos y que, para su primera vez en Madrid, ha dejado un inmejorable sabor de boca. ¡Hasta la próxima!

18.3.11

My Chemical Romance


Hace hoy exactamente dos semanas desde que comenzase nuestro periplo hacia tierras catalanas en busca de sol, playa y, sobretodo, buena música. Tras muchas horas de coche, acinados en los asientos de atrás, comiendo bocatas de filetes de pollo empanado y echándonos una que otra cabezadita cuando no andábamos mirando la nieve por las ventanas, llegamos a Lleida. Cenita carnívora y a la cama temprano pues al día siguiente nos esperaba una dura jornada. Por cierto, aprovecho este inciso para re-felicitar a mi amigüita Leyre por su 21 cumpleaños, viajero y musical donde los haya.

A las 7.00 a.m. sonó la alarma. Con cara de sueño y de no muchos amigos, fuimos pasando por turnos a la ducha, el más vagoncio en último lugar. A las ocho y poco nos pusimos en marcha en busca de los reputados cruasanes de Lleida, que hicieron justicia a su fama con creces. Con el estomago lleno y mejor salero nos dirigimos hacia la capital: Barcelona. Pese a que los meteorólogos habían previsto lluvia de albóndigas, a medida que nos acercábamos a la costa, el cielo se veía más despejado y soleado: era un día perfecto.

Bien, hasta aquí puede parecer que esto sea un viaje más, un simple road trip de fin de semana en busca de retiro, descanso y desconexión mental. Pese a que en parte tuvo ese efecto reparador, el motivo principal de este éxodo desde los Madriles hacia Barna era el concierto que My Chemical Romance daría esa misma noche en el Sant Jordi Club. Nunca jamás me recuperaré del hecho de no haber podido ir a verles allá por el 2007 cuando vinieron al Metrorock. Sin embargo, cuando me enteré de que venían a España a presentar su nuevo disco, Danger Days: The True Lives of the Fabulous Killjoys, vi la oportunidad que estaba esperando: era mi momento de resarcimiento.

No obstante, había un pequeño y diminuto detalle a tener en cuenta: el concierto no era en Madrid. Yo ya andaba haciendo números y malabarismos económicos para ver de qué manera podría ir hasta allá sin quedarme tiesa cuando voy y me entero de que mi amigüita cumpleañera y su familia me invitan a ir con ellos (con todos los gastos pagados) y, he de confesar, que nunca podré recompensárselo o agradecérselo como se merecen (aunque creo que los pastelitos que les compré les hicieron bastante ilusión) pero volvamos a lo que aquí y ahora nos atañe.

Ya estábamos en Barcelona y, después de dar no pocas vueltas hasta encontrar el tisio donde íbamos a pernoctar, pusimos pie en tierra y nos encaminamos hacia nuestro destino, maletones a cuestas y cansancio latente: el día no había hecho más que empezar. Dos amigüas de mi amigüa (y con eso que dicen de que los amigos de mis amigos son mis amigos, ¿o era enemigos?) locales y autoctonas, auténticas catalanas, hicieron de guías en un fantástico paseo por BCN. No puedo resistir la tentanción de expresar cómo me gusta esa ciudad. Ya son muchas las veces que he paseado por sus calles, en distintas épocas del año, con variadas inclemencias meteorológicas, en diferente compañía pero siempre, siempre, siempre me ha dejado buen recuerdo. Creo que, de poder elegir vivir en cualquier otra ciudad de España que no fuera Madrid, la eligiría a ella (con todo lo que ello conlleva, sí).

Después de una rica comida cuasi familiar, un estupendo paseo para bajar la susodicha, una merienda al más puro estilo British con cups & cakes & co., la hora se acercaba y llegaba nuestro momento de marchitarnos y dirigirnos hacia nuestro destino final 5. Curioso es esto del viajar, ¿verdad? Todo nos parece extraño y diferente y, como ya sabemos, las comparaciones son odiosas pero inevitables. Por eso mismo nos quedamos extrañados con el tamaño de los billetes de metro (¡y su precio!) así como la genial idea de poner lucecitas en los mapitas de las líneas de metro dentro de los vagones para que así siempre sepas por cual vas y cuál es la siguiente. Hay un calco bastante alarmante que son los cartelitos a modo de cuadros colgados en las paredes de las escaleras mecánicas. Os suena una campana, ¿a que sí? Pero fue algo interesante. Supongo que ya sabréis de mi filia con el metro y me gusta mucho viajar en ellos cuando voy de viaje, valga la redundancia, porque es una muestra muy clara de cómo es una ciudad y de cómo son sus gentes ya que si tú te mueves por zonas turísticas pues ves a turistas, extranjeros no autóctonos del sitio donde estás. Pero el metro tiene carisma y personalidad, puedes ver cosas diferentes, además de que es un medio de transporte espléndido (salvo cuando es hora punta y a la gente le abandona el deshedorante).

En cualquier caso, después de esta pequeña digresión transportista, sigamos con nuestro querido diario. Una vez llegamos a la parada de la plaza de Espanya, que es la segunda más grande de España, después de la de España (¡menudo jaleo españolito!), comenzamos la ascensión: sopotocientosmil tramos de escaleras, eso sí, mecánicas hasta llegar arriba del todo. Pero anda que no mereció la pena: estaba anocheciendo ya y había unas vistas preciosas de la ciudad, llena de luces con el Museo de Arte Nacional de Cataluña, que es un edicifio precioso, allí presidiendo y disfrutando de la misma, todo majestuoso él. Después, seguimos caminando hasta llegar a la Torre de Calatrava, un portento arquitectónico bastante raro pero resultón. Una vez supimos hacia donde había que dirigirse, siguiendo a pequeñas masas de gente que se encaminaba hacia la oscuridad, llegamos, al fin, a la cola.

Como dirían mis amigos los objetos voladores no identificados de la WWII, tengo otra confesión que hacer: atónita me hallo aún con el civismo de la peña. Puedo presumir, si es que esa es la palabra, de haber ido a bastantes conciertos y, por desgracia, no pocos se han visto malogrados por algún que otro energumeno cromañónico que te da la noche. Yo entiendo que la gente se desmadre una vez dentro, lo de todo en el concierto, salte, bote, chille y se desgañite pero, ¿hay de verdad necesidad de empezar el movidote cuatro horas antes en la cola? No, padre. Yo hace poco decidí que no volvería a hacer colas de más de dos horas para un concierto puesto que en primera fila es complicado estar a no ser que acampes por ahí y te tires dos días a la intemperie (que sólo lo haría si mi querido esposo Chris Carrabba viniera a Hispania). No sirve de nada estar a las ocho de la mañana allí si a las 19.00 va a venir un listo y se te va a colar en toda la geta y con todo el morro. Podríamos decir que esta es la tónica general, ¿no?

Pues bien, en este concierto había una hilera de personas, una detrás de otra, perfectamente ordenada (al menos donde yo me encontraba) y no un gentío que se deja llevar por el desenfreno y la histeria y te apachurra hasta dejarte sin aire pensando que con ello van a conseguir algún tipo de recompensa, como estar medio metro delante tuyo en el concierto... ¡Es de locos! Siento admitir, también, que considero que mucho de esto se debe a que gran parte de los asistentes eran extranjeros y con esto no quiero faltar a nadie, Dios me libre, pero ya todos sabemos del carácter ibérico y sus consecuencias más inmediatas. Ahora es el momento de la autoreflexión.

Habíamos llegado ciertamente tarde a la cola aunque las puertas no se habían abierto todavía. Con un poco de retraso, al fin llegó el momento y empezamos a avanzar lentamente. Se empezó a escuchar música dentro de la sala: eran los «archiconocidos» LostAlone. En unos minutos estábamos dentro y apostados estratégicamente en el centro-tirando-hacia-atrás de la pista, con unas vistas bastante decentes del escenario. Y aquí viene otro pensamiento alteatorio pero recurrente que siempre se pasea por mi mente cuando estoy en un concierto: ¿por qué tardan tanto en salir los grupos después de que hayan terminado los teloneros? Quiero decir, está ese tiempo inrremediablemente necesario de cambio de baterías, afinaciones de guitarras y bajos, cables por acá y maracuyá pero, ¿y después? Ese eterno periodo de tiempo en el ya no hay ni pipas en el escenario toqueteando nada ni necesidad alguna de tener a gente mirando al techo. Entiendo que se tengan que mentalizar pero, desde luego, si necesitan una hora para hacerse a la idea, debieran de mirárselo y tal porque grave es.

Cabe destacar asimismo que el cansancio era máximo pues no había sido un día relajado, de esos que estás en tu casa tranquilo, tirado en el sofá hasta que llega la hora de salir pa'l concierto, no. Teníamos 600 km en nuestras posaderas, unas 5 horas de sueño con madrugón incluido, día turístico pateándonos Barcelona y, obviamente, a las 21.00 esto ya pasaba factura y de las caras. Pero, ¿sabéis qué? Que nunca es en balde, que todo cobra sentido en ese instante en el que las luces se apagan, los flashes se encienden, la algarabía se desata y el espectáculo da comienzo.

Recuerdo que antaño, cuando yo andaba en 2º de la ESO, hace ya bastantes años, una chica de mi curso y un pequeño gran macarra me abrieron una diminuta puerta al mundo, enseñándome grupos de los que yo por aquel entonces no tenía ni pajolera idea, que se ha ido convirtiendo con los años en un gran portal 3D. Si bien hoy en día poco sé ya de sus vidas y quehaceres, en mi corazoncito siempre tendré que agradecérselo. Algunos de estos grupos fueron Simple Plan, Nickelback, The Used, Good Charlotte, Fall Out Boy o los cuatro xiquets de New Jersey, protagonistas por un día de nuestra sección musical aquí en el nuevo país de las maravillas (polifónicas).

Han pasado casi 8 años desde que los escuchara por primera vez y me enamorase irrevocablemente de ellos. Yo soy de Three Cheers for Sweet Revenge, sin lugar a ninguna, ninguna duda, y mi canción prefe suya ha sido desde el principio de los tiempos 'Thank You for the Venom'. Dicho y aclarado esto, quizá resulte más comprensible el hecho de que hasta el día antes del concierto no me hubiera atrevido a escuchar el nuevo disquete. Pese a que tenía buenas críticas y había sido mayoritariamente bien recibido por el público, yo seguía anclada en mi escepticismo habitual. ¿Cambio de look, cambio de concepto, cambio de estilo musical? Sí, pero no cambio de espíritu, ni de carácter, ni de alma. Hay que entender que, al igual que las peronas, los grupos o bandas evolucionan e innovan y cambian pero esto no tiene porque ser automáticamente algo malo (aunque a veces sale algún experimentro desastroso, cierto es).

Cuando ya llevaba unas 3 o 4 escuchas, empecé a cogerle el «puntillo». Era bastante, bastante diferente a su predecesor, The Black Parade, pero era un cambio positivo, en todos los sentidos de la palabra. Lleno de colorido y ritmos gracioso y movidicos, que a veces me hacían visualizar a Jake Shears bailando con The Ting Tings, daban ganas de ponerse a bailar y a saltar, soltarse la melena y a darlo todo. Habían dejado así atrás el sentimiento depresivo y autoaniquilador de los anteriores álbumes, lo cual considero algo acertado y lógico después de todo lo que tuvieron que pasar. Con soniditos electrónicos raros y estribillos y letras pegadizos, era obvia la mutación que habían sufrido pero no pude decir, en ningún momento, que no me gustase el disco. Simplemente admití que no me pegaba mucho estar escuchando los susodichos soniquetes y que estos provinieran de MCR. Y de ahí llegué a mi primera conclusión errónea: no iban a pegar nada en el setlist las canciones viejunas con las remozadas. Craso error puesto que enlazaron y se compenetraron a las más perfecta perfección.

Como era de esperar, 'Look Alive Sunshine' seguido del célebre 'Na Na Na (Na Na Na Na Na Na Na Na Na)' se encargaron de abrirnos a todos el apetito. Unos días atrás de emprender esta curiosa excursión barcelonesa tuve la feliz idea de spoilearme toda y mirar el setlist de París y para mi horrible sorpresa mi canción preferida no estaba entre las elegidas. Con una tristeza bastante considerable continué con mi vida, con un poco de rencor y otro poco de resignación. Y cuán fue mi sorpresa cuando la tercera canción de la noche resultó ser el agradecimiento por envenenamiento. Aún puedo ver mi cara de asombro seguida de una sonrisa de oreja a oreja y un chillido alto y claro de: «¡Esta es mi canción!» que resonó por toda la sala. Llegó el turno después del marchosísimo 'Planetary (GO!)' (una de mis prefes del nuevo): saltos y más saltos se sucedieron durante 4:07 minutos.

Regresión al pasado con un grande de los grandes: 'Hang 'Em High' y gritos de delirio corrían por nuestras venas. Tras 'SING' y 'Vampire Money' nos encontrábamos ya en la sexta de las 20 canciones que conformarían un setlist tan o más grande que la ilusión con la que todos habíamos estado esperando aquel momento, el tenerles ahí delante, después de tantos y tantos años de admiración y adoración. Con 'Mama' la cosa se vino más arriba si cabe, el primer resquicio sacado del insigne desifle atezado. Con 'The Only Hope for Me Is You' intenté contactar via movilete a mi querido binomio, porque sé que le gusta muchismo la cancioncita, pero no estaba disponible desgraciadamente. Y más emocionante se puso ya el asunto cuando los primeros acordes de 'House of Wolves' retumbaron y nos pusieron los pelos de punta a todos en acercándonos al punto álgido de la noche...

'Summertime' (otra de mis preferidas de estos días pericolosos) supuso un pequeño break en nuestros continuos brincos y nuestra conversión en seres sudoríparos. Un pequeñísimo alivio para el body para poder tomar aliento y reponer fuerzas para lo que el futuro romance químico nos deparaba: 'I'm Not Okay (I Promise)' y 'Famous Last Words'. Todos los allí presentes cantamos hasta que no nos quedó aire en los pulmones, hasta que nuestras cuerdas vocales no dieron para más pues no teníamos miedo de seguir viviendo, de caminar solos por este mundo. Y eso que aquello no había hecho más que empezar. Después de 'DESTROYA', de la cual me había dado tiempo a aprenderme el estribillo en las largas horas al volante, llegó probablemente la canción más esperada de la noche por muchos: 'Welcome to the Black Parade' y no defraudó ni un pelín.

Un apoteosis frenético se desencadenó en un periquete, miles de voces al unísono repasaron todas y cada una de las palabras de las que se compone la letra de esta enorme canción que recoge tan bien la esencia de esta banda estadounidense. Y es que esta segunda mitad del concierto no dejó ni un segundo para la reflexión, trayendo éxito tras éxito, temazo tras temazo, devolviéndonos y recordándonos a todos nuestra queridísima adolescencia con 'Teenagers', dejándonos K.O. con la causante de la guerra que enfretase a egeos y troyanos, 'Helena', y poniéndonos la carne de gallina gracias a la versión acústica y a capela de 'Cancer' con la que Gerard Way nos deleitó, emocionó y volvió enamorar una vez más. Y así, con un retorno al génesis de donde rescataron 'Vampires Will Never Hurt You' finalizó el grueso de este sublime recital.

Ya sólo quedaba el bis, 'Bulletproof Heart', que consiguió arrancarnos unas cuantas sonrisas y lágrimas y que supuso un perfecto colofón con el culminar una noche de esas que no se olvidan fácilmente. Exhaustos pero dichosos salimos del pabellón siendo conscientes de que algo grande y memorable había ocurrido allí dentro aquel 5 de marzo de 2011. Es algo curioso y complicado de explicar, la sensación que te recorre el cuerpo cuando lo recuerdas, nítidamente, como si aún siguieras allí disfrutando y regodeandote de todo aquello que te rodea y acompaña en un momento como ese y el pensamiento de que tras años creciendo con ellos al fin has podido devolverles el favor que te han hecho regalándote su música al saltar, gritar y disfrutar como nunca antes lo habías hecho.

Mucho más no me queda por contar salvo que esa noche dormimos profundamente unas cuantas horas y, tras una agradable caminata por el paseo marítimo, nos enfundamos los cinturones y emprendimos el viaje de regreso a la capital. Esta vez no tuve que esperar a llegar a casa para buscar las canciones del concierto puesto que en el mismo las había ido apuntado (de lo cual me siento muy orgullosa, he de admitir) y con ello pude alargar aunque fuera sólo un poco el momentum: 600 km con ellos en las orejas, la cabezota y el corazón. Suena bien, ¿a que sí? Bueno, sólo me queda instaros a que, si os ape des- o redes-cubrir este grupejo, os hagáis la listeja y le echéis una orejilla y, quién sabe, puede que os llevéis una grata sorpresa y, tal y como diría Sig Mickelson, 'Good night and good luck'.

19.2.11

Sum 41


Fotografía por: Carlos S. "Sevi"

Han pasado fácilmente unos 8 años desde que escuchase por vez primera a estos majos canadienses y cuando el pasado diciembre me enteré de que venían a España (pese a ser un U18) no dudé ni un segundo en sacar las entradas el mismísimo día que se pusieron a la venta e hice bien: agotadas estaban a la semana siguiente. Es algo complicado no dejarse llevar por las sensaciones sentimentaloides y los recuerdos musicales cuando hablas de un grupo que te ha acompañado tanto, tanto tiempo. Son muchas cosas las que podría contar de ellos, como que el dinerillo que me dio mi tío por ayudarle a afinar el órgano de la Catedral de Segovia no me duró ni media hora pues directa que me encaminé a comprar Does This Look Infected? o la anécdota de que le recomendase a un amigo mío que pusiera en el escaparate de la papelería que había montado su madre All Killer No Filler, para darle más «vida» al asunto.

Es uno de los pocos grupos de los que tengo la discografía cuasicompleta, incluido Half Hour of Power y Chuck, por supuesto, y Underclass Hero, que está en camino. Es también uno de los pocos y privilegiados grupos clásicos y míticos que mi pódium musical ocupa, junto a Green Day, Fall Out Boy, Billy Talent, My Chemical Romance y blink-182. Es curioso si lo piensas, el hecho de que, tras nuestro a periplo a Barna el próximo 5 de marzo, habré visto a todos mis grupos en directo (algunos hasta dos veces) excepto a blink-182, lo cual habría sido de todo punto imposible de no haberse de no haber sido porque hace un año poco más o menos anunciaron que, después de casi un lustro de coitus interrumptus, habían vuelto a juntarse, para mi enorme, gigantesca, extraordinaria y feliz sorpresa.

Sé que debiera hacer una crónica detallada del concierto, con todos sus pelos y señales, con un reportaje fotográfico y musical extensísimo pero, si he de ser honesta, todo lo que pudiera decir o subir se quedaría corto. Había estado esperando sin muchas esperanzas (válgame la redundancia) este momento largos años y requetemal tenían que salir las cosas para que yo me fuera con un sentimiento de decepción y vacío a casa. Y aquello no me defraudó ni lo más mínimo. El ambiente fue genial, la gente bastante maja (aunque alguno no supiera realmente la diferencia entre «poguear» y «pegar») y ellos espectaculares, increíbles, sublimes. Sin embargo, no puede dejarse de comentar el hecho de la fraglante omisión que se dio en el setlist. Tal y como estaba escrito y estipulado, 'Pieces' era parte de los bises pero, sin conocer todavía la razón, no la tocaron, lo cual dejó bastante descolocado, anonadado, apabullado, entristetizo y hasta encolerizado al personal. Personalmente, la eché mucho en falta pero, si nos ponemos así, también eché en falta muchas otras de las canciones que no tocaron. Lo que quiero decir es que es que no creo que esa ausencia haga desmerecer ni un ápice lo bueno que fue el concierto que ofrecieron.

Sé que mi punto de vista objetivo se está viendo pisoteado por mi subjetividad total y absoluta pero supongo que de eso se trata, que de eso van las aficiones, las querencias y apetencias, no sólo musicales, sino en general. Son viscerales e incluso irracionales, pero oigan, para gustos los colores. Sé que hay gente que dice que este grupo es un tanto bolsacaca, que Deryck se encuentra en el Top 10 de malos guitarristas y ese tipo de cosas. Bueno, este es un mundo libre y libres somos de opinar lo que nos venga en gana, eso sí, sin ofender ni faltar a nadie. Y bueno, sólo quiero añadir que me lo pasé como una enana: salté, grité, canté y me emocioné como hacía mucho tiempo no me ocurría en un concierto. Estoy muy feliz y orgullosa de haber formado parte de esa gran muchedumbre/comunidad que se congregó el pasado 16 de febrero en el Box de Vistalegre y no veo el momento de que se repita.

Por último, quería animar a todos aquellos que no hayan tenido el placer de poner en sus orejas un poquito de estos 41 días de verano a que lo hagan y si alguien no sabe por dónde empezar, aquí estaré, dispuesta y encantada a aconsejar a cualquiera que quiera ser aconsejado. So Long Goodbye.