3.4.11

Adele


Como ya dije tiempo atrás, valoro demasiado mi vida como para pasar horas y horas a la intemperie haciendo cola para luego, con todo, no ver tres en un burro. Y esa es la razón de que este pasado sábado sabadete, que teníamos una cita con la archiconocida (y, a veces, archienemiga) La Riviera, nos pusimos en camino a eso de las 19.30, sin tener mucha idea de cuál era la hora exacta de apertura de puertas. Destino final: Puerta del Ángel. Con el aforo completo y las entradas, todas y cada una de ellas, vendidas hacía tiempo, se podía oler la expectación en el ambiente. La media de edad de los asistentes superaba con creces los 25 años y un gran número de inglesitos a medio camino de la borrachera noctura habitual hablaban y gritaban sin parar ni un instante: la cosa prometía.

Unos agradables y majos teloneros empiezan a calentar motores y después de un rato de espera se apagan las luces y la histeria se apodera de la audiencia rivereña. Me esperaba un buen concierto, eso está claro, pero ciertamente no tan bueno como el maravilloso e increíble recital como el que Adele nos ofreció anoche (si bien no me hubiera importado nada que nuestra querida señorita hubiera salido una vez más al escenario haciendo el deleite de sus más acérrimos fans que estuvieron al menos 10 minutos pidiendo otra e incluso another). Un enormérrimo setlist, una gran banda de músicos pero, sobre todo... ¡qué voz! Es de esas voces que te ponen los pelos de punta y hacen que te emociones y se te salen las mejillas. Además, cabe poner de manifiesto aquí y ahora su personalidad.

Pienso que muchos de estos frontman de algunos grupos de rock tendrían quizá un par de cosas que aprender de esta joven de North London. No creo que sea del todo necesario hacer que 15.000 personas coreen un 'whoa' durante 10 minutos para metértelas en el bolsillo. De lo más campechana, con su tacita de (suponemos que) té o, a lo sumo, agua, nos habló de su madre y de su mejor amiga (presentes en la sala) y nos pidió un fuerte «¡Hola!» para ellas; de su perrito Louis Armstrong (su acompañante en la foteja de arribota) nos contó que estaba un tanto Rockefeller después de haber comido un algo de pollo; relató la experiencia vital de su gran cogorza en Barna a base de sangría y más sangría y pronunció un gracioso 'I don't fucking understand ya' que hizo que toda la sala rompiera a carcajadas, todo ello con un adorable acento British que, en ocasiones he de admitir, era un tanto ininteligible.

En definitiva, uno de esos conciertos que no se olvidan fácilmente, que te hacen pasarte la semana siguiente escuchando las canciones que te hicieron vibrar, saltar (bueno, tampoco tanto) y desgañitarte (aunque en este caso no demasiado pues era casi un crimen dar grititos cuando una voz como la suya estaba en las orejas de todos nosotros). Sólo puedo decir que me siento muy feliz de haber podido formar parte de esa pequeña reunión musical de amigos y que, para su primera vez en Madrid, ha dejado un inmejorable sabor de boca. ¡Hasta la próxima!

7 comentarios:

  1. No prodría estar más de acuerdo, especialmente con el penúltimo párrafo :'D

    Aaaaawwww, qué monino Louis!

    ResponderEliminar
  2. ¡Sí, es súper monino! Asias por alimentar a este pequeño país de nunca ni jamás :'D

    ResponderEliminar
  3. Jope me hubiera gustado ir D: Pero bueno, me gusto mucho tu llamadita, lo puse en altavoz y cantaba la cancion a la vez ^^

    ResponderEliminar
  4. Se nota que tú tampoco te lees lo que yo escribo porque lo deje bien clarito...no me la bebí ¬¬ Un besote macarroni, ai lof llu.

    ResponderEliminar
  5. Lo sé, era una bromita, jopetos :P

    ResponderEliminar
  6. Es verdad que Adele tiene una voz impresionante. Por cierto, lo de Watch Listen Tell, todo un descubrimiento gracias a tí! :) Te sigo!

    ResponderEliminar