23.10.11

Azuloscurocasinegro


Fue allá por mis locos de años de instituto cuando oí hablar, por primera vez, de esta película. Mi querido profesor de latín, Antonio, se la pidió a mi querida amiga, Leyre, para verla. A pesar de que su veredicto no fue del todo positivo (mientras que el de mi querido profesor de lengua, Antonio, sí), a mí, en aquel momento, me daba un poquito igual todo aquello: era joven, ignorante e ingenua. Aún así, y pese a todo, siempre me fié más de el criterio cinematográfico de mi querida amiga, Leyre (cuyo amor por esta película es grandote), a pesar de que esto no quiere decir que el de mi querido profesor de latín, Antonio, no fuese ciertamente exquisito. 

Años y años más tarde, habiendo dejado atrás el Bachillerato y la Selectivdad y llevando unos cuantos años de carrera, estaba yo haciendo zapping un día en mi casa. Ahora ya no disfruto de los miles de canales del Canal+ pero, cuando aún tenía acceso a ellos, me pasaba el día recorriendo todas las cadenas puesto que, aunque parezca mentira, tener 250 canales no implica que siempre haya digno de echarle un ojo. El caso es que fui a topar con la archiconocida Gordos. Si bien es cierto que la pillé bastante avanzada (y por ello no creo hallarme en condiciones óptimas de juzgarla), no me llamó demasiado la atención y me pareció un poco «sobrada», es decir, bastante cruel y con un uso exagerado del temita de siempre (el seso, sí, el seso). Aún entonces no sabía quién estaba detrás de estos dos filmes...

Entonces, el febrero pasado, me ofrecieron (mi querida amiga, Leyre,) ir a ver una cosa llamada Primos. Ni el póster de la película que poblaba el metro de Islas Filipinas ni el título mismo de la película despertaban en mí el más mínimo interés... Un momento... Yo de esto ya he hablado, ¿no? Sí, en efecto, lo he hecho. De todos modos, seguiré con mi argumentación y, si alguien quisiera saber más sobre la susodicha peliculeja, la palabra en rojo de arriba es una vía virtual hacia el conocimiento. Lo importante y lo que hay que sacar en claro de todo esto es el hecho de que al venderme la película, al intentar convencerme de que no era tan mala como habían hecho creer que era, me dijeron que era de Daniel Sánchez Arévalo. Pues bien, en ese momento, sufrí una especie de déjà vu (con regresión incluida) y empecé a pensar, con el cerebro y mente madura que viven dentro de mi cabeza hoy en día, que debía dar una oportunidad a las cosas y, sobre todo, a las personas y a sus opiniones, aunque no sean las mismas que las mías.

Es obvio que mucho no pueden compararse una película con otra, salvo que estés hablando de los actores y, entonces, puedes decir que son prácticamente los mismos. Azuloscurocasinegro no es comedia sino tragedia. Una historia triste y cruda sobre la realidad de, seguramente, más personas de las que puedo imaginar y que hace pensar, una vez más, en las suerte que tenemos de vivir las vidas que vivimos. Matizada con ciertas pinceladas de humor, a manos, claro está, del siempre irreverente Raúl Arévalo, te deja, sin embargo, una sensación agridulce. Acordandome estoy de la clase de Hermenéutica del otro día, en la que estuvimos hablando del pobre Edipo y su infinita retaila desgracias. Y, supongo, que es cierto aquello de que no es posible empatizar con alguien malo que hace cosas malas y al que, en consecuencia, le ocurren cosas malas; pero si ese alguien hace las cosas bien, tan bien como se espera de él y, aún así, la vida le pone delante una y otra vez obstáculos y dificultades, nuestra naturaleza humana nos hace sentirnos tristes y abatidos por las desgracias e injusticias que a un chico bueno le ocurrieron sin merecerlo. Sin duda, otro ♥♥♥♥ más que merecido para esta gran figura del cine español, cuya obra y trayectoria espero siga por el mismo camino por el que ha ido yendo y viniendo todos estos años.

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