21.2.12

El arte de volar


Mi buen amigo Boris me dejó la semana pasada esta novela gráfica. Me comentó que le había dejado bastante tocado y que recordaba a Maus por lo que yo sabía, más o menos, a que atenerme. Después de que hayan transcurrido ya varias jornadas de reflexión (y de haber leído prólogo y epílogo), siento aún más tristeza si cabe que cuando vi esa viñeta final. Creo que Altarriba no podría haber encontrado mejor forma de honrar la vida de su padre cuya existencia, plagada de sufrimiento, lucha e ideales, es reflejo de una época, de una generación por muchos de nosotros olvidada, desconocida o lejana. Es difícil explicar con palabras lo que Altarriba y Kim han conseguido con esta pequeña obra maestra: una historia conmovedora y desgarradora sobre el sueño de un hombre que, a sus 90 años, finalmente vio cómo este se hacía realidad. Animo a todos aquellos amantes del cómic, de la literatura, de la Historia y de las historias (bien contadas) a que lean esta novela gráfica porque merece mucho la pena pues, a pesar del sentimiento de pena atroz que se te queda en el corazoncito tras leer esas últimas palabras en las que Altarriba habla de su padre, la vida de Antonio Altarriba merecía ser contada y merece ser leída y compartida.

¿Banda sonora? El Bones de Young Guns que, además, pienso que se ajusta a la perfección a las circunstancias y que le dio, a medida que lo leía, una progresión perfecta a la novela, con ese tono oscuro y melancólico que se desprende del nuevo trabajo del amigo Gustav y su grupejo. Aprovecho esta mención sonora para plasmar aquí algo que llevo pensando desde hace algún tiempo y que ha supuesto un descubrimiento bastante importante en mi humilde y montónona vida musical. Siempre pensé que determinados discos se convertían en bandas sonoras de determinados libros por tenerlos en non-stop y macharme el cerebro con ellos hasta que la asociación entre oído y ojo se hacían una, como ya pasara con V y 1984 y los amigos de Glasgow, Twin Atlantic. Sin embargo, he descubierto recientemente que es el disco con el que empieces el libro el que determina su banda sonora; después de eso, no importa cuántos discos te papes leyendo ese mismo libro que no se establecerá esa conexión mágica entre las dos manifestaciones artísticas. Fascinante, ¿verdad? En la próxima reseña de librejos (donde daremos paso a uno de los grandes de la literatura policiaca estadounidense del pasado siglo) tenía pensado hablar de este fenómeno al que he apodado «banda lectora» y remitirme, como era de esperar, a nuestros amigos The Dangerous Summer pero eso es otra entrada... Hasta entonces, lean El arte de volar y escuchen a Young Guns.

Ps. ♥♥♥♥

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